viernes, 2 de diciembre de 2011

Si la vida me da palo...


La conversación entre Elche y Madrid fue algo así: “Hola, capitán. ¿Qué pasa, hermano? Nada, que mañana te vienes pacá. Pos vale, ¿para qué?”
Al día siguiente, estaba en un garitito de Cox, entre cervezas y amigos, a punto de asistir a uno de aquellos conciertos de Mano Negra que no se anunciaban, que corrían de boca en boca antes de la era de las redes sociales. Jugábamos al mentiroso en la barra. Y llegó un tipo, se puso junto a nosotros, y siguió la partida entre risas, bromas y faroles... Y entraron los músicos y se subieron al escenario, y aquel tipo curioso, silencioso y risueño se puso a cantar y era Manu Chao... Y aquella noche (durante casi cinco horas) bailamos y saltamos (en poco espacio), y cantamos y gritamos y fumamos y bebimos con la banda. Desde ese día, mi vida ya no sería la misma.

En Francia, durante los ‘80, el hijo de un emigrante español se había juntado  con un grupo de personas con quienes compartía gustos musicales, ideales y ganas de difundirlos. La música venía de la calle... Después buscaron caminos distintos, siempre “por el suelo”.
Manu Chao componía una canción semipopular y la convertía en un himno generacional. Porque “la poesía es un arma cargada de futuro”, coreábamos sus canciones en esos conciertos de pequeño formato, incluso antes de que salieran publicadas en un álbum. Esas poesías de compromiso y entrañas, crítica y fiesta, se expandían en casetes (de cromo, si tenías suerte y dinero) más allá de las fronteras.
Sus súbditos, a su pesar, lo convertimos en un gurú.
Quizás sea ese el problema (o la virtud) de nuestra generación: los más válidos, talentosos, preparados, ya no quieren dirigirnos. Prefieren tan sólo alumbrarnos. Nuestro gurú no quiso serlo. Por eso lo adoramos.
“Pase lo que pase, sea lo que sea”.
 
PAP
 

domingo, 27 de noviembre de 2011

Números

Señor expropietario de mi actual número de teléfono:
Llevo un año con el que fue su número y, la verdad, ya me siento un poco usted.
No obstante, querría comentarle ciertos intríngulis.
En primer lugar, debe ser usted más atento con su abuela. Nunca la llama, y siempre tiene que ser ella la que se equivoca al intentar conectar con usted, y me llama bichito y, antes de que yo logre meter baza y me permita identificarme, me cuenta muchas cosas de su madre y de su tía Fina (que últimamente no anda muy bien). Hoy me ha recordado que tiene que llevarle la bandeja de los canelones y, que si no se la puede acercar a su casa, que la deje en casa de su madre. Y, por cierto, ni siquiera le dijo si le habían gustado, con lo entretenido que es hacer canelones.
Creo que debería ser mejor pagador. El tono de algunas personas que le llaman es como de cabreo acreedor, y llegan a preguntarme hasta siete veces si de verdad no soy usted. A la última tuve que asegurarle que no vivo en su dirección y que no podría encontrarme si me buscaba allí.
Eso sí, lo que de verdad lamento es que no tenga usted costumbre de dormir la siesta, pues suele ser una de las horas punta en cuestión de llamadas erróneas recibidas (a éstas deben sumarse las de las compañías telefónicas, de acentos latinos, pero eso va en otra carta)
Por otro lado, se está usted perdiendo una de ofertas, descuentos y productos de primera (o segunda) necesidad que no se puede ni imaginar. En más de una ocasión me he sentido tentado de adquirirlos, no se crea, pero hasta ahora he logrado contenerme, por no serle desleal. Sus ofertas son suyas, yo ya tengo las mías.
Otra cuestión es lo del banco... Bueno, eso sería más peliagudo de explicar aquí con el debido detalle, y podría dar lugar a confusiones, pero sería conveniente que se pasase por su oficina bancaria un día de estos, que allí le contarán. Vaya un día que tenga tiempo...
En conclusión, creo que quizás debería comunicar a sus “amigos” y deudos su cambio de número de teléfono. Mientras no lo haga, quedo a su merced, y seguiré atendiendo a sus asuntos con la mayor paciencia que me sea posible.
Atentamen... ¡Riiiing! ¡Riiiing!

PAP

sábado, 22 de octubre de 2011

1991

El tiempo no comienza a correr hasta que los recuerdos, los mitos personales, alcanzan veinte años de antigüedad.
Escarbando un poco, y siguiendo la estela de Joseph Stiglitz, veríamos que la causa profunda de la actual crisis económica nació allá por los años ’80, en aquella funesta era de Reagan y Thatcher.
Frente a las consecuencias de esa época se gestó un combate cultural que partía de los suburbios. En la ciudad industrial de Seattle surgió un movimiento musical alternativo, con una visión distinta de la vida que marcaría el fin de siglo. Le colocaron la sucia etiqueta grunge, aunque a pesar de su aspecto desaliñado y de las costumbres psicotrópicas de algunos, eran muy limpios, tanto en su sonido como en sus ropas desvencijadas o sus cuidadas melenas.
Echando la vista atrás, guardo transparente el pasado de hace veinte años. La edad del punk me cogió casi a gatas. Pero en el ’91 yo volví de Boston con los Pixies a cuestas (en casetes de cromo), que junto a Sonic Youth, eran los adalides de la vanguardia heredera de la generación beat. (La sombra de Geffen era alargada...) Ese mismo año salió el álbum Ten de Pearl Jam.
En torno al sello independiente Sub Pop, habían nacido una serie de grupos como Soundgarden, Mudhoney o Sebadoh. Y Nirvana, que se estrenó en 1991 con su Nevermind, sin duda uno de los mejores discos del siglo XX.
Sus palabras, su actitud, su música, ascendieron desde el suburbio a la eternidad.



“I’m still alive” (PJ)

PAP

jueves, 6 de octubre de 2011

Raíces y vientos

Beirut evoca un conflicto eterno y aparentemente sin solución, un lugar no sé si de resistencia o de persistencia, un rincón del pasado que sueña con el futuro.
Zach Condon inició su aventura musical hace ya una década, primero en solitario, después al frente de su banda, Beirut. No los escucharás en tu emisora de radio, a no ser que seas de Radio3, y no los encontrarás en tu tienda de discos, en el caso de que aún la visites o de que no haya cerrado todavía. Quizás sea el grupo menos norteamericano de los Estados Unidos.
Componen sin prisas, y sin pausa, y publican al ritmo que marca únicamente su capacidad creativa. Lon Gisland fue el EP que sucedió en enero de 2007 al LP Gulag Orkestar, publicado unos meses antes.  En tan sólo nueve meses más aparecieron dos EP’s, Pompeii y Elephant Gun y otro largo, The Flying Club Cup. Y, después, una larga espera, tan solo interrumpida por el maxisingle March Of The Zapotec, que nos alimentó hasta el reciente The Rip Tide, publicado hace cosa de un mes en dos formatos distintos. El arte de la sencillez y de la honestidad a veces nos lleva a mensajes casi superrealistas, o construye una canción con lo que muchos pensarían que tan sólo es un estribillo.
La marca de la casa es una personalísima combinación de música pop con ecos folklóricos y vientos mediterráneos. Su música es fácil y frágil, orgánica y envolvente. Nos suena a algo que llevamos en la sangre. La batería o percusión dirige a los teclados en distinto formato, aireados por el saxo y la trompeta, (no sé dónde meter lo del acordeón), con una sección de cuerda compuesta por mandolina y/o ukelele, violín y violonchelo, y voces y coros... Apta para olvidar o recordar, esperar y desengañarse, para tomárselo todo en serio, todo a broma. Para viejos místicos, para niños melancólicos, para jóvenes tranquilos y maduros inquietos.


Left a bag of bones, a trail of stones
For to find my way home
Now, as the air grows cold, the trees unfold
And I am lost and not found

PAP

domingo, 25 de septiembre de 2011

El escritor del siglo

Como profesor de letras (y de signos de puntuación) puedo asegurar que, en el siglo XXI, nuestra historia de la literatura comienza por A. Por la A de Andrés Neuman.
El viajero del siglo transcurre en torno a la década de 1820, cuando la literatura y el pensamiento se debatían entre la inspiración romántica de los jóvenes y la regla clásica de los viejos, una época remota en que los conservadores, tradicionalistas, intentaban imponerse ante el empuje de aquellos muchachos de pelo largo, reformistas, idealistas... En ese punto de inflexión hacia lo que llamamos la edad contemporánea.
Hans, el protagonista de esta novela, llega a Wandernburgo, una ciudad imaginaria y cambiante ubicada en la Sajonia, en la que el lector y el protagonista quedan atrapados, como en un laberinto de raíz argentina... Allí entra en contacto con el organillero, un anónimo anacoreta que vive en una platónica cueva y le ofrece otra visión de la vida a este moderno Ulises. Pero también alterna con las clases altas, entre las paredes de un salón burgués donde se enamorará de Sophie, gracias a una abigarrada tertulia cultural, donde los personajes expresan su carácter a través de sus gustos musicales, filosóficos, literarios, políticos. Ahí nace el amor más peligroso, el que se alcanza bajo la voraz (y duradera) seducción de la inteligencia.
Y se activan entonces toda suerte de procesos filológicos: lectura, comentario, crítica, exégesis, traducción.  Y hay narración, epístolas, teatro, poesía. Es la novela total. Es volver al Quijote. Como Cervantes, también revisa, a través de estos personajes, a los escritores, músicos, el arte y las ideas de aquella época. El poeta Andrés Neuman ha heredado, además, la pluma de Clarín, la agudeza de Marsé, el ritmo de Dickens.
La fragmentación en pasajes da una visión poliédrica, no plana, (verosímil por tanto) y multiplica las situaciones de suspensión y admiración a lo largo de la obra.
Los juegos de oposiciones binarias aparecen tanto en los personajes (Hans-Rudi, Lisa-Sophie...), como en los temas: amores irrealizables y amores no correspondidos, viajar o quedarse, ilusión y decepción, opiniones o convicciones, racionalismo o epicureismo, minué o alemanda... El tiempo de la novela, asociado a la estructura de la misma, lo marcan las estaciones. Así como en la vida.
El viajero del siglo es un libro de impresiones, de silencios, posibilidades, ironías vitales, diálogos ingeniosos, deliciosas descripciones, amor, pensamiento, misterio, escrito con un finísimo sentido del humor. Una novela de siempre y para siempre. Leedlo y celebradlo.

PAP
 

sábado, 17 de septiembre de 2011

De paso

En realidad el verano es el final del año. Es en setiembre cuando comienza todo.
Mi último verano es fácil de resumir: una operación, dos novelas, un embarazo (ajeno), un nacimiento y dos entierros. Un amigo reencontrado y otro que se ha perdido.
He crecido con el síndrome de Ítaca. Siempre lejos una de mis tierras, extranjero donde me hallare, y queriendo regresar al lugar donde no estoy.
El verano es siempre el retorno, la vuelta a mis orígenes. Anécdotas y experiencias (más o menos estáticas) que terminan en un recuerdo, más o menos borroso, más o menos exacto, de lo que fuimos, de lo que podríamos haber sido.
Encuentros, desencuentros. Miradas cruzadas y abrazos sinceros, besos de compromiso y pasiones besadas.
Como siempre, dejé la terreta con la tristeza de pensar qué solos se quedan Tabarca sin mi mirada, y mi silla de lectura, mi rincón a la sombra, el garaje de mis desvelos, mi bicicleta nueva de segunda mano, el Carabassí sin mi trasero... Con la certeza de saber que cuando vuelva todo seguirá igual y todo será distinto.
Con  esa sensación de estar de paso, de que tras ver, ser, visitar, conocer y marchar, siempre hay algo que ha cambiado, algo que siempre permanecerá.

PAP

lunes, 15 de agosto de 2011

Cata rica en el Kibuka

El Kibuka es un restaurante de Barcelona que imita las tabernas tradicionales japonesas. El local es pequeño. La comida, inmensa. Nada más entrar, en la barra que encuentras a la derecha, unos hombrecillos asiáticos se afanan a preparar el sushi y el sashimi. Tras aquella, al fondo, dos mesas grandes, para sentarse en grupo o para compartir con otras gentes desconocidas que vayan llegando. El resto del local lo componen un amasijo de mesas diminutas para dos comensales o, juntándolas, para cuatro. El personal del Kibuka, joven, atento y servicial, se desplaza entre esas mesitas con movimientos exactos, con la facilidad de una bailarina y la diligencia de un hombre de Wall Street, como un atún entre el banco de congéneres.
Es recomendable comenzar por edamame, unas judías deliciosas con un punto amargo. Imprescindible probar los fideos kimuchi yaki-udon. La base de la comida o cena puede ser una combinación cualquiera de las bandejas variadas de sushi (entre 16 y 19 €, combinan sashimi, sushi, maki), aunque también se pueden pedir nigiris (a 2-3 € la pieza) o bandejas de sashimi (5-7 €, tres piezas) de los pescados que más os gusten. Acompañado por un verdejo de Rueda, como un José Pariente (15 €), que a veces podrían servir algo más frío, un par de personas comen muy muy bien con unos 25-30 € por cabeza. De lo mejor de Barcelona en esta especialidad, a precios nada desmesurados.
La taberna está abierta de 12 a 12, aunque es recomendable asistir en horarios europeos, para evitar una espera que podría alargarse un par de horas... Y es que en el establecimiento de la calle Goya no se puede reservar, salvo para grupos de más de ocho comensales. No obstante, Kibuka dispone de otro local en la calle Verdi, en forma de restaurante-cocktelería, donde sí es posible asegurar el tiro.
El Kibuka es un lugar idóneo para convertir una cita interesante en nutritiva, una reunión de departamento en una celebración, una cena de amigos en un festín, el condumio en una experiencia memorable.



PAP

domingo, 31 de julio de 2011

La voz del alma

Un clásico es lo más próximo a la eternidad, es una verdad absoluta, algo que no envejece, que vive porque nos da la vida a través del tiempo.
En el comienzo de nuestra era, Ovidio escribió el Ars amandi. Petrarca compuso en el Renacimiento la teoría moderna sobre el proceso amoroso. En el África estadounidense del Mississipi nació Otis Redding. A él le tocó cantar la banda sonora del amor.
Pertenece a aquellos años en que las gentes soñaban y morían para despertarnos. La época en que la cultura dejó de estar sólo en las bibliotecas y el poder sólo en los parlamentos...
Otis Redding era de los que conseguía que los blancos, a pesar de sus mayores, se agitaran y enamoraran al son de su voz. Su ritmo es el del latido del corazón, el del sexo. Acelerado a veces, o como el temblor del mar a punto de embravecerse, o tierno, con la suavidad de la seda rasgada.
Una percusión intensa marca el transcurso de unas canciones a las que ponen brillo los imprescindibles vientos, tierra y aire unidos por la voz de un gigante. El rey del soul hizo que el rock pasara por encima de los Stones cuando interpretó “Satisfaction”.
Murió en un accidente aéreo en 1967. Tenía 26 años. En esos tiempos algunos perdieron su vida por defender la igualdad entre los seres humanos. Otis nos hizo a todos negros.

PAP
RIP Amy


viernes, 22 de julio de 2011

Tantos tintos


“En un país civilizado se bebe vino” (Charles Chaplin, Un rey en Nueva York)

Sé que hay muchos caldos mejores, pero como el gusto es algo bastante subjetivo, Vilosell (12 €) de las bodegas Tomás Cusiné es el tinto del que siempre tendré, al menos, una botella. Tuve la suerte de descubrirlo gracias a un amigo, con quien lo degusté en La vinya del Senyor, en Barcelona, con unas vistas inmejorables hacia Santa María del Mar. Es un vino para las ocasiones especiales, o los días turbios, o la final de la Champions League (seas o no seas del equipo que la juega) o la celebración de un nacimiento, como corresponde a sus nueve meses de envejecimiento en barricas de roble francés. Con una base de tempranillo, combina cabernet sauvignon, garnacha, syrah y merlot, de vides que crecen en suelos de gravas, calcáreos y arcillosos, propios de la denominación de origen Costers del Segre.

Etnic 2006 (13.75 €) es un tinto de crianza que llegó a mi mesa gracias a la Guía Peñín. Un vino nuevo, de producción limitada, que mezcla dos uvas de fuerte personalidad, cariñena y garnacha, con que la bodega cooperativa de El Masroig dio en el clavo al primer intento. Tiene notas de frutos rojos, pimienta negra, hierbabuena. Es uno de los adalides de la reciente denominación de origen Montsant. Recomendable si la calidad del ágape o de la compañía o de la cartera propia lo permiten.

La primera vez que bebí Laderas de El Sequé (4,5 €) fue hace dos años, en un pequeño restaurante de Bigastro. Desde entonces no falta en mi bodega. Es el vino del día a día especial: vale para una cena improvisada de amigos o para un autohomenaje tras un duro día de trabajo. También se puede abrir sin ninguna de estas excusas. Es un vino joven que no lo parece (tiene seis meses de crianza). El interior de Alicante, en una partida cerca de la localidad de El Pinoso, es adonde un francés decidió mudarse para desarrollar unas vides jóvenes que nos regalan deliciosos vinos como este, que sorprende desde el tapón, de rosca. La uva tinta más típica de la provincia es la monastrell, y a esta añade la omnipresente cabernet sauvignon y algo de syrah, una variedad muy bien recibida últimamente por los paladares europeos.

PAP
Vilosell, Etnic, Laderas de El Sequé

jueves, 14 de julio de 2011

¡Que me pongan las esposas!


Octubre de 2010

El cancerbero debía de ser de algún país del este; su volumen y el aire que desplazaba a su paso, mientras se dirigía hacia nosotros, hacían presagiar lo peor... Acababa de encontrarme con un amigo al que hacía tiempo que no veía y con quien me disponía a entrar al concierto. “No abrazos aquí, y si venís al concierto, poned en cola”. Estábamos en la acera, a unos cinco metros de la puerta, pero se ve que es una zona de la vía pública que debe quedar despejada, para que la foto salga bonita, o por miedo a ataques de terroristas... o de patinadores. Nos acabamos de saludar en la cola, tras de lo cual accedimos, a través de sus angostas escaleras, a la panza de la coqueta sala Apolo.
No el Polifemo de la puerta, ni el conductor del sol, sino otra diosa, negra y con voz desgarradora, era la que allí nos esperaba con una banda muy fina compuesta por músicos (blancos) españoles. Su fuerza sobre el escenario, sus flecos ondulantes, lograron al instante el claro objetivo de esta Circe: La hipnosis. La seductora se llama Koko-Jean Davis y su grupo The Excitements.
En tal estado nos dispusimos a dejar las chaquetas en el guardarropía, oculto tras un laberinto de gentes que ya empezaban a congregarse. Una nueva cola, con los típicos listos que se cuelan y a los que, con una copa en una mano y la chaqueta en la otra, uno no se quiere enfrentar en una noche de jolgorio como la de ayer, 26 de octubre. También eran más altos que yo... Y sin embargo, el lento avance de esta segunda cola nos iba aproximando, por el lateral, a la excitante banda. El cartel de guardarropía, junto al escenario, tampoco tiene desperdicio: “Es obligatorio dejar en guardarropa: bolsas, monopatines y mochilas”. ¡Menos mal que yo fui a caballo, que es mucho mejor en pleno Paralelo de Barcelona!
De ahí a la pista, para terminar de ver este bolo que calentó los ánimos del público, dejándonos a puntito para que se presentaran ante nosotros The Dap Kings, el grupo que acompaña a la reina de la noche, Sharon Jones, que entró al escenario con una ovación comparable a la de la despedida, muestra de la merecida entrega a priori del personal.
Y ahora, rebobinemos.  Sharon Jones nació en 1956 en Augusta, Georgia, que se halla en el sur de los Estados Unidos. Tiempos turbulentos, en una zona, la del sur, donde a un tiempo surgieron una las peores expresiones humanas (la esclavitud) y una de las mejores: la música negra. Sharon creció y quiso dedicarse a la música que le gustaba, el soul, pero ya no estaba de moda. El funk, el sonido Chicago, el pop, el rap/hip-hop se fueron sucediendo. Y también su vida, entregada a un mundo poco musical: fue funcionaria de prisiones y guardia de seguridad.
Con más de cuarenta años, tuvo la oportunidad de dedicarse a la música, y así, desde 2002, son cuatro los álbumes que se han sucedido: A Dap Dippin’ with Sharon Jones and the Dap-kings, le siguieron Naturally (2005), 100 Days, 100 Nights (2007) y I Learned the Hard Way (2010), su último trabajo. Cuando uno no sabe con cuál quedarse, mejor quedárselos todos.
Y ahora canta, se desliza, sacude, baila y se permite el lujo de subirse al escenario, hasta en dos ocasiones, a sendos jovencitos de entre el público que, espontánea y obedientemente (tras la orden de Mrs. Jones), se contonean ante ella. El resto no os lo puedo contar. Es soul, es funky, es música en sangre viva. Escuchad, por ejemplo,  “Give me a chance”,  “Humble me” o “Better things”.
Parece que este siglo XXI también puede serlo del soul, atendiendo al gran éxito de artistas como Amy Winehouse, Adele, Alicia Keys...
La sombra de Otis Redding es alargada.

 
P.D.: No vi a nadie con monopatín en los alrededores...
 
PAP 

domingo, 10 de julio de 2011

De bares


Diciembre de 2010
 
Nunca hubo mucha vida en los palacios. Es en los bares donde bulle este país, donde se muestra con sus grandezas (el humor, las discusiones sobre fútbol, las tapas) y sus miserias (...). Sobre todo en esos bares de las barriadas, de las poblaciones periféricas a las grandes ciudades.
Quinto, tapa. Quinto-tapa. Quinto tapa.
Diez de la noche de un miércoles cualquiera. Al abrirse la puerta del bar aparece una esplendorosa sonrisa bajo un bigote de 1900. Entre algún que otro diente, pronuncia con voz afable:
“¡Qué jóvenes sois todos! ¿Cómo os va la vida? Jóvenes: ¿alegres, enamorados...?”
Casi nadie le mira, aunque todos sabemos que ha llegado. Su mirada profunda escruta las profundidades personales de los allí presentes. Se aproxima.
“Hola, compañero.”
Me extiende la mano para entrechocarla mientras mira el paquete de tabaco que había dejado sobre la barra. La estrecha como hacen los buenos, los viejos amigos, aunque jamás lo había visto antes.
“Tírate una cerveza”, osa aventurarse.
El hombre que se hace llamar Jetro es delgado, alto y tuvo una complexión atlética. Frisa la edad de... bueno, me resulta dificilísimo saber los años que han cumplido los que tienen más vida que yo... Pero recuerda a un conocido hidalgo.
Quinto tapa. Quintotapa.
Tras la barra, una mujer añeja de rubio conseguido y una joven china no acaban de aprobar la visita. De este lado, en taburetes, de pie o en los grupos congregados alrededor de las mesas, más de veinte novelas encarnadas en otros tantos seres humanos cohabitan con un partido de Champions League.
Quinto; tapa.
“Tírate una cerveza, joven, que mañana te invito yo.”
El Profesor, que es como se le conoce en el barrio, viste un traje azul que estuvo muy de moda en 1967 y lleva bajo el brazo un diccionario enciclopédico (de la misma época) del que sobresalen algunos folios incrustados, dejando entrever el final de unas líneas garabateadas, que antaño tuvieron forma, estilo y significado.
“Una cervecita, hombre, que vengo reventao.”
Su corbata es de colores muy vistosos, verdes, amarillos y azules chillones. Aunque no le combina con el traje y la lleva mal anudada, le da la dignidad de un ministro.
“¡Tírate una cerveza!”, repite.
Y por fin, el Profesor advierte que nadie va a invitarle hoy. Con la sabiduría que permanece por encima de la ebriedad, confirma, niega.
“Sí, no anda muy bien la cosa.”
Y el Profesor sale del bar con mejor planta que un torero, clavando los talones como el que va a recibir el premio Nobel y, antes de atravesar la puerta, nos espeta:
“Ha sido un placer volver a veros.”
Porque, para el Profesor, hablar, saludar, mirar, es siempre tener la suerte de volver a hacerlo. Aunque sea la primera vez.

PAP

miércoles, 6 de julio de 2011

Las bicicletas son

Todos hemos pedaleado alguna vez. Algunos incluso con cierta afición. Pero hay un hombre que no monta en bicicleta, sino que la ha asimilado, forma parte de su cuerpo, la domina con la facilidad con que el resto de los mortales parpadeamos. Un quijote del ciclismo, que debió de pensar que la famosa escena del vuelo en bici de E.T. se había filmado sin efectos especiales.
Danny MacAskill es un niño de veintiséis años que no creo que nunca deje de serlo. Uno de esos seres que insisten en demostrarnos que uno se puede pasar toda la vida, y ganársela, jugando (jugándosela) a lo que le gusta.
Este genio del pedal ejecuta equilibrios imposibles, saltos abismales, trucos inimitables. Pero va más allá. Se desliza por donde los demás ni siquiera llegaríamos a imaginar, alcanza donde sólo las aves lo suelen hacer... No hay mucho más que decir, pero todo el mundo debería saber que hay un acróbata que recorre en bicicleta hasta las paredes, que baila con los pedales, que hace poesía sobre dos ruedas, que es bicicleta.

P.S.: Estas imágenes han sido rodadas por un especialista. No intenten nada de esto, sobre todo si son mayores o menores de veintiséis años. No recomendado para enfermos del corazón. Tampoco conviene que lo realicen con el triciclo de sus hijos o sobrinos. Al final del vídeo, es lícito haber quedado con la boca abierta, o soltado alguna risa nerviosa de incredulidad.
Dedicado a los desalmados y cobardes que no respetan a los ciclistas.

PAP

sábado, 2 de julio de 2011

Las tildes sobre las íes


Hace unos días alguien muy querido para mí (que seguirá siéndolo) hacía referencia a los indignados con un despectivo “turbas de jemeres rojos” y llamaba a su loable intención de tomar la palabra “manifiestos de Peter Pan y Campanilla”.
Qué mejor que contestar con argumentos a la simple calificación.
Esta crisis financiera no la han creado los trabajadores (y menos los parados y pensionistas), que somos los que la estamos pagando.
Él sabe perfectamente, y yo también, que si los que más ganan (los que más tienen) pagaran todo lo que les corresponde (como hacemos la gran mayoría de los contribuyentes, que somos los que sostenemos el Estado), no habría crisis, ni deuda externa, en España. El fraude fiscal en este país es el doble del de la media de Europa. El que defrauda a Hacienda nos roba a todos. No obstante, nuestra escala impositiva del IRPF sí que es del País de Nunca Jamás. Gane poco, mucho o regular, ¿alguien en este país estaría dispuesto a pagar al Estado casi la mitad de sus ingresos, como se exige a las rentas más altas, que son quienes disponen de vías para no hacerlo?
Las multinacionales pagan el 1% de sus beneficios, cuando no están exentas de pagar impuesto alguno durante unos años, para después trasladarse a otro país chollo (deslocalizarse, lo llaman).
La educación no es el problema de esta crisis: es una de sus soluciones.
Pongamos ejemplos: el recorte en educación en Cataluña pretende ahorrar unos 1500 millones de euros anuales. Mientras tanto, el nuevo gobierno de la Generalitat ha decidido suprimir el impuesto de sucesiones (que aquí ya solo pagaban las grandes fortunas), lo cual supondrá dejar de ingresar unos 1400 millones de euros cada año.
España tiene ahora en torno a un 20% de paro, algo menos que a comienzos de los años ’90. En 1982, llegamos casi al 24%. Pero en ninguna de esas ocasiones se produjeron recortes en los servicios públicos como ahora. Esto le trae sin cuidado al que lleva a sus hijos a colegios privados (que desde la LOGSE están subvencionados por el erario público) y se puede permitir una asistencia sanitaria privada.
¿A quién pertenecen las empresas públicas privatizadas durante los años ’90? ¿Cuántos beneficios producen éstas hoy en día?
Para que un banco conceda un préstamo hipotecario, primero tasa la vivienda. ¿Por qué los desahuciados deben seguir pagando por algo que jamás tendrán?
¿Cómo es que el Estado español inyectó una larga lista de ceros (con otros números delante) en la banca, y ésta sigue declarando beneficios un año tras otro? Si el Estado pone nuestro dinero en una empresa, ¿no debería esta nacionalizarse, tal y como se ha hecho, por ejemplo, en Estados Unidos?
El estado de las autonomías fue una fórmula para dar cabida en la Constitución a las denominadas “nacionalidades históricas”, que todos entendemos que son Cataluña (también la Comunidad Valenciana y Baleares), Euskadi y Galicia. ¿Cuánto le cuesta a nuestro país sostener 18 gobiernos autonómicos? ¿Y las trasnochadas diputaciones?
Nuestra democracia debe mucho a su Majestad el Rey don Juan Carlos. Pero ¿cómo puede mantenerse hoy en día una Monarquía bajo presupuestos democráticos?
Yo no voté esta Constitución, aunque seguro que habría votado en el ’78, de no haber tenido cuatro años. Sí he podido votar un Estatut, cuya validez democrática pusieron en duda todos aquellos que lo recortaron y que ahora quieren dar lecciones de democracia al movimiento “Democracia real, ya”.
¿Cuánto se han gastado los partidos políticos en cada campaña electoral? ¿De dónde sale ese dinero?
El presidente del gobierno español gana unos 65.000 euros al año; el alcalde de Barcelona, unos 115.000. El presidente de la Diputación de Barcelona se embolsa 144.000 eurípides. El president de la Generalitat, 164.000.
¿Por qué un trabajador tiene que cotizar 35 años para poder jubilarse (nosotros cotizaremos unos cuantos años más, parece ser) y un diputado dispone de una pensión vitalicia a partir de los 7 años?
Un médico, un contable tienen que afrontar la responsabilidad de sus actos laborales. Sólo en Islandia, por primera vez en la historia, se está juzgando a un político, por su responsabilidad en sus decisiones sobre economía durante la gestión de su país. (También se ha juzgado a banqueros y gente de esa ralea).
¿Cuántos países más deben hundir el FMI y agencias como Standard & Poors para que los gobiernos dejen de hacerles caso?
¿Alguien se cree los datos oficiales sobre la inflación que ha provocado el euro en España?
¿No era la democracia el gobierno del pueblo? Pues quizás el pueblo tome un día el poder al fin. ¿De qué tienen tanto miedo los partidos políticos, incluso los sindicatos, cuando el pueblo se mueve sin necesidad de batuta?
Nunca me ha gustado Peter Pan: rechacé una oferta para hacer una adaptación de la novela de Barrie. Pero muchos, muchos queremos cambiar el mundo del tío Gilito y sus amiguitos.

PAP
Indignados by VASE

miércoles, 29 de junio de 2011

La espina y su rosa


A veces una canción se hace con uno en cuanto la oye. A menudo esa melodía, esa letra, se apodera tanto de nuestra mente que no podemos dejar de escucharla, de recordarla, de tararearla. Incluso, en alguna ocasión, canta lo que no seríamos capaces de confesar. “Elephant” es una de esas canciones.
En sus composiciones, Damien Rice nos susurraba sensaciones intuidas o recordadas, o pesadillas del sentimiento que se acaban materializando. Solían plantear una escena, un movimiento del alma, el instante de una emoción. Y al final, en el último verso, quizás incluso después de que la música terminase, corregían todo lo dicho, nos sorprendían con una antítesis que desmontaba todo lo anterior, o corroboraban lo cantado con un último desgarro, o abrían una puerta a la esperanza.
La mujer de su ensueño solía acompañarlo con la voz. Pero un día ella decidió echar alas y emprender su propio vuelo en lo profesional... y en lo personal. Hace unos tres años que Damien Rice entró en el infierno de una separación. Solo, sin guía, a diferencia de Dante, aún no sabe si está dispuesto a salir de allí. Nos dejó tres discos imprescindibles: O, B-sides y 9, este último del año 2006, además de una serie de directos como At Fingerprints o From The Union Chapel. Desde entonces, a excepción de alguna canción suelta para discos recopilatorios con fines benéficos, ha quedado mudo.
De Lisa Hannigan es imposible no enamorarse a primera vista, a primera escucha, a la primera caricia de su voz en nuestra espina dorsal. Aúna la ternura de Tanita Tikaram, la aparente inocencia de Suzanne Vega, la sencillez de Edie Brickell. En 2008 extrajo su primer disco en solitario, Sea Sew, un compendio de diez canciones aptas para seres vivos de 0 a 99 años. Y es que Lisa Hannigan pinta con dulzura las profundidades de una mujer despierta. Para encajar con ella, sin trampa ni cartón, sólo hay que escuchiver “I Don’t Know”.

Por el cielo cruzó una rosa. “Buscaba otra cosa”.

PAP

De esconderse: elegía prosaica para elbicho


Tengo la mañana
oscura como la noche...
Cuando despierta
mi soledad,
cuando amanece
y tú no estás.
Decía Machado que “se canta lo que se pierde”. De modo que me gustaría verme en esa tesitura, pero yo no sé cantar...
Elbicho se despidió hace dos semanas. Y no sin hacer ruido. Los centenares de almas que tuvimos la apretada suerte de verlos en Razzmatazz, el pasado siete de octubre, quedamos, pues, un poco huérfanos de arte. Como el que pierde a un ser querido, como el que pierde la fe o las llaves de su coche en un lugar extraño. Y ahora...
Mancho las hojas con letras
sin sentido,
letras de lástima y pena,
letras de olvido,
letras que cambian el blanco
por el color de las letras,
letras de pena,
que te he perdido.
Pocas veces se conjugan la poesía, el duende y las músicas como hicieron estos muchachos. ¿Era Elbicho un grupo de flamenco, pop, rock, jazz, funk...? Miguel Campello, hijo de un pastor de cabras, divo de la copla y poeta en zappatillas fue la voz de este grupo de muy buenos músicos que, después de diez años, ha decidido apretar el botón de pausa (esperemos que no el de stop).
Se dice que, entre otros motivos, los Beatles abandonaron las giras de conciertos porque el escándalo de sus fans hacía imposible escuchar una sola nota, incluso a ellos mismos, que llegaron a tocar sin saber exactamente qué tocaba el otro. Algo así sucedía cuando Elbicho entonaba algunas de sus canciones himno, como “Parque Triana”, “De los malos”, “Contigo”, “Locura”, “De esconderse”, “Letras”... Canciones de amor, olvido, celebración, de recuerdo y pena, de poesía, de la esencia misma de que está hecha la vida.
Yo me mantengo
con las pocas cosas que yo tengo
con los pocos sueños que yo sueño
con las pocas cosas que me dabas tú.
Todo arte lo es en la medida en que provoca un temblor, la conexión wi-fi entre dos pensamientos (el del artista y el de su público), el goce espiritual que nos permite elevarnos por encima de nuestra rutina. Y la poesía existe cuando, al leerla (al escucharla en este caso), sentimos que nos están leyendo por dentro.
Y en la arena pintaré
versos de hilo negro
con agujas de coser.
Desde que se han marchado, el plectro se toca un poco menos sabiamente.

PAP

sábado, 25 de junio de 2011

La ciudad que nunca duerme

En Berlín los muros se han convertido en fósiles.
En Berlín las curvas son rectas. Y el tranvía se arrastra con elegancia y con la humanidad a cuestas.
En Berlín nació el Achtung Baby de U2.
En Berlín los recuerdos son eternos...
En Berlín estuve en Persia.
En Berlín se puede filmar una obra de teatro en un restaurante de salchichas.
En Berlín bailé salsa frente al Reichstag; escuché y vi dirigir a Baremboim en directo, junto a la puerta de Brandeburgo.
En Berlín cené en la terraza de una exquisita taberna japonesa por diecisiete euros (incluidas tres pintas de cerveza) al final, o al principio, de Oranienburgerstrasse.
En Berlín hay un garito que se llama White Trash Fast Food, donde uno puede comer bien y/o bailar la mejor música alternativa del momento.
En Berlín un taxi me llevó, a mi pesar, a 120 por hora por el centro de la ciudad, con el consiguiente riesgo de echar a perder la inversión realizada durante toda la noche.
En Berlín tampoco seguí a la mayoría.
En Berlín conocí a la mujer más bella del mundo. No tenía mucha conversación, pero, mientras estuve frente a ella, jamás me apartó la mirada... con su ojo bueno. Nefertiti, dicen que se llamaba. Y creo que yo también le gusté, porque aún tengo sus labios, como un imán, en la nevera de mi casa.

PAP

La sangre de la tierra

Enero de 2011

En la parte occidental de la Rioja, entre Nájera y Cenicero, se encuentra Uruñuela, la tierra donde han crecido las bodegas Martínez Corta. Tras una noche típicamente riojana, con buenas tapas y mejores vinos, una lluviosa mañana casi de nieve, tuvimos la suerte de comulgar en su templo. Hasta allí nos llevó la guía Peñín, al otorgar cuatro o cinco estrellas (el máximo) en la relación calidad/precio a la mayoría de sus vinos.
La visita es gratuita e incluye la degustación. Pero el azar quiso que coincidiéramos con unos achispados catadores norteamericanos de otra guía gastronómica, la Parker, que merecerían un dulcesprendas aparte. Y entonces salió a relucir el apellido, mote en realidad, que incluye el nombre de la bodega: ‘Corta’ viene de un antiguo oficio de la familia, el de carnicero, que siguen practicando artesanalmente. Así que aquella turbia mañana de enero de pronto nos encontramos en el centro del paraíso, entre vinos, chorizos, chuletas de cordero y morcillas a la brasa... elaborados todos por los Martínez Corta. Sancho Panza habría cambiado alegremente su ínsula (y hasta su rucio, diría yo) por el agasajo que recibimos allí. Ulises habría olvidado a Penélope.
Cepas antiguas es un tinto joven, un vino para beber a diario, con toques de frutas rojas, que tiene casi la personalidad de un crianza (2,5 €). Pero es en el Martínez Corta de Crianza (unos 4 €) donde aparece el roble de las barricas siempre limpias y de primera mano (¿alguien dijo que el vino se cría mejor entre polvo y telarañas?). El Tinto Reserva es exquisito para cualquier comida de carnes rojas o de lo que a uno le apetezca. Pero merece mención especial el Soros, una colección de vinos de autor (con barrica, que añade al tempranillo otras uvas como graciano o garnacha). También tienen un vino blanco con unas peculiares notas de piña... Y efectivamente, los precios de estos caldos excelentes son perfectos para cualquier época, aunque no estuviéramos en crisis.
Elaborar un producto como el morapio es más que “montar una fábrica de vinos” (Martínez Jr. dixit). Es mimar tus cepas durante décadas, es cuidar del líquido elemento cada día, es tener las manos teñidas de púrpura, es ser vino. Y, como la obra siempre termina pareciéndose al artista, unos vinos así sólo pueden salir del esfuerzo y la dedicación de generaciones de bellísimas personas como las que nos brindaron una jornada inolvidable: los Martínez Corta.

PAP
Uruñuela