viernes, 2 de diciembre de 2011

Si la vida me da palo...


La conversación entre Elche y Madrid fue algo así: “Hola, capitán. ¿Qué pasa, hermano? Nada, que mañana te vienes pacá. Pos vale, ¿para qué?”
Al día siguiente, estaba en un garitito de Cox, entre cervezas y amigos, a punto de asistir a uno de aquellos conciertos de Mano Negra que no se anunciaban, que corrían de boca en boca antes de la era de las redes sociales. Jugábamos al mentiroso en la barra. Y llegó un tipo, se puso junto a nosotros, y siguió la partida entre risas, bromas y faroles... Y entraron los músicos y se subieron al escenario, y aquel tipo curioso, silencioso y risueño se puso a cantar y era Manu Chao... Y aquella noche (durante casi cinco horas) bailamos y saltamos (en poco espacio), y cantamos y gritamos y fumamos y bebimos con la banda. Desde ese día, mi vida ya no sería la misma.

En Francia, durante los ‘80, el hijo de un emigrante español se había juntado  con un grupo de personas con quienes compartía gustos musicales, ideales y ganas de difundirlos. La música venía de la calle... Después buscaron caminos distintos, siempre “por el suelo”.
Manu Chao componía una canción semipopular y la convertía en un himno generacional. Porque “la poesía es un arma cargada de futuro”, coreábamos sus canciones en esos conciertos de pequeño formato, incluso antes de que salieran publicadas en un álbum. Esas poesías de compromiso y entrañas, crítica y fiesta, se expandían en casetes (de cromo, si tenías suerte y dinero) más allá de las fronteras.
Sus súbditos, a su pesar, lo convertimos en un gurú.
Quizás sea ese el problema (o la virtud) de nuestra generación: los más válidos, talentosos, preparados, ya no quieren dirigirnos. Prefieren tan sólo alumbrarnos. Nuestro gurú no quiso serlo. Por eso lo adoramos.
“Pase lo que pase, sea lo que sea”.
 
PAP
 

2 comentarios:

  1. He disfrutado recordando este "clásico" de MANUCHAO ! GRACIAS.

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  2. Juanita Karambola, Atomik Pardalets... La mano negra sigue en alto...
    ¡Viva la mala vida!

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