sábado, 15 de octubre de 2016

Ubi sunt?


En todas las lenguas del mundo, la poesía nació de la canción. Con el paso del tiempo, algunas culturas desarrollaron uno u otro método de escritura. Con ello comenzó la Historia y abandonamos la Prehistoria. Pero la poesía ya existía, desde el principio… Y algunos que sabían escribir comenzaron a apuntarse las letras de sus canciones preferidas. Así nació este género literario. Y la Poesía, oral o escrita, sobrevivió siempre en todo el mundo, en todas las lenguas del mundo.
En una exposición oral que hice, como alumno de Filología, en Literatura comparada, defendí, como Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”, y añadí que las armas actuales de la poesía no estaban en los premios literarios endogámicos ni en volúmenes leídos, casi únicamente, por cuatro amiguetes poetas. Si eso es poesía (y habría que preguntárselo a Bécquer, a Lorca o a José Ángel Valente, o a José Agustín Goytisolo), la poesía está muerta.
La mayoría de los mejores poetas de mi época, decía yo entonces y sigo manteniéndolo ahora, llevan una guitarra colgada del cuello, o usan samples, loops y scratches, o trabajan frente a computadoras o un piano. Y cantan. Ya nos dijo Machado que la poesía es “palabra en el tiempo”. Y estos son los versos  y esta es la memoria colectiva y este es el pensamiento de nuestro tiempo: Estas son las palabras eternas de mi tribu.
El tiempo es cambio. Lo dijo Heráclito y nos lo escribió Bob Dylan. Sin citarla, ya sabéis a qué canción me refiero.
Cuando millones de personas memorizan los versos que un ser humano ha escrito, cuando las cantan porque esas palabras explican su pensamiento, su vida, sus experiencias y emociones, la poesía está viva. Y regresa a sus orígenes. Y recobra su esencia, su perfume y su sentido ancestrales.
Trovadores y juglares: Cantad, cantad, malditos. Porque, después de a mi madre,  es a vosotros a quienes debo la vida.

PAP




jueves, 29 de septiembre de 2016

Bel Esprit


Una de las cosas que nunca podré agradecer a mis padres es que me regalaran una hermana como Laura. Cuando estaba en Estados Unidos me preguntaron, por carta, qué me parecería tener otro hermanito/a. Tanto me entusiasmó, que en mi primer viaje a Nueva York le compré una foquita de peluche en la archiconocida FAO Schwartz.
Entonces era tan solo una idea lejana. Tras aquel verano, varios meses después de volver a España, mis padres nos dijeron (en el Viena) que mi madre estaba embarazada. Y llegó ella. Se llama Laura por Petrarca, y yo tuve algo que ver. Y disfrutaba como una loca cuando la cogía y bailaba con ella, desde que tenía unos meses hasta que pesaba demasiado, sin importar si se trataba del ‘Tery Bina’ de Nusrat Fateh Ali Khan, la ‘Mala Vida’ de Mano Negra o el ‘Where is my Mind’ de los Pixies. Ha sido una suerte poder ver crecer a una persona tan dulce como su nombre.
Y a eso voy. Los Pixies se vinieron conmigo de Estados Unidos, en un cassette, con la foquita de peluche. Eran el grupo de culto en Boston, junto a los Aerosmith. Y en 1993, dos años después, se disolvieron.
Mañana sacarán su séptimo álbum, bestial, quizás uno de los mejores de toda su carrera de casi treinta años. Y tendré la oportunidad de volver a verlos en directo, esta vez con mi hermana pequeña, la adorable Laura, para que siga aprendiendo a caminar.

PAP


martes, 2 de agosto de 2016

Va de BAM


Junto al Primavera Sound y el Cruïlla, el BAM cierra el trío de mis festivales preferidos. Transcurre cada mes de setiembre, en torno a las fiestas de la Mercè, la fiesta local de la ciudad de Barcelona.
Desde 1994, el BAM nos regala conciertos gratuitos de jóvenes talentos por descubrir, de artistas alternativos que no entran en los circuitos comerciales y de algún que otro grupo o cantante consagrado. La música se nos ofrece desde una diversidad de emplazamientos en plena ciudad. Desde el CCCB, la Plaza Cataluña, la Plaza Real o la Catedral, hasta el Fórum, Arco del Triunfo, la Rambla del Raval o l'Estació de França. Todas las músicas y, por tanto, todos los públicos, tienen cabida en este festival.
La rara avis de esta edición puede resultar The Goon Sax, un trío australiano de chicos que apenas vislumbran la mayoría de edad, pese a que muestran una notable madurez en su forma de cantar y un desparpajo ochentero con toque naïve en sus composiciones.


Si por acá los niños del barrio andan escuchando trap con inspiradísimos grupos como PXXR GVNG (se lee ‘poor gang’, ‘la banda de los pobres’), desde Francia nos llega un trap con raíces africanas de la mano de MHD.


Y, si nos quedamos en África, a alguno le parecerá increíble que Konono no.1 lleven desde los años sesenta practicando una suerte de música electrónica congoleña. Levité con uno de sus hermanos musicales, los Mbongwana Star, en el Primavera de este año y pienso hacer lo mismo con Konono, que tocarán junto a Batida, en cuanto comience este otoño.


PAP

domingo, 31 de julio de 2016

Culé


No sé desde cuando soy culé. Tampoco sé por qué. Mis abuelos (futboleros ellos) eran merengues. Y últimamente he descubierto que mi padre es un poco del Barça. Creo que decidí volverme incondicional tras la final de la copa de Europa de Sevilla, que perdimos en aquellos dramáticos penaltis. No obstante, como soy humano, confieso que sufrí una crisis de fe y durante casi un año me hice del Madrid (jugaban Santillana, Hugo Sánchez, etc., mientras el Barça nuñeceaba y sus jugadores se plantaban, o huían). Pero la cabra tira al monte.
Volví a ser del Barça en aquella época en que apenas se ganaba alguna copa del Rey o alguna Recopa de Europa (título que desapareció del mapa). Lo normal era perder y, a veces, echarle la culpa al árbitro.
Seducido por el mito formativo de la Masía, comencé por ver los partidos del Barça B en el canal 33. En los partidos de pretemporada también se podía ver a veces a alguna joven promesa. Luego surgió el Canal Barça, transformado en Barça TV, donde podemos ver muchos partidos de la cantera. Allí he visto crecer, entre otros, a Sergi Samper, un futbolista fuera de serie con ADN Barça. Como entrenador, siempre valoré la capacidad para descubrir futuros talentos, cosa que como espectador me gusta practicar.
Este verano, me ha conmovido ver las lágrimas del mejor jugador del mundo, ese niño pegado a una pelota a quien he podido admirar desde cadete. También los mejores pierden, también los mejores fallan. La pulga que juega a fútbol como Dios y que no sabe de finanzas no deja de ser un modelo para niños y adultos, y para la historia. Dicho sea de paso, yo gano algo menos que él y necesito que me hagan bienla declaración de la renta.
Ando compungido por la marcha de Marc Bartra, a quien he visto jugar desde infantil. Estoy seguro de que triunfará y se consolidará como central de la selección. Pocos jugadores han rendido tanto teniendo tan pocas oportunidades como se le han ofrecido a él. Pero eso cambiará… fuera de aquí. En cuanto Piqué se jubile, no me extrañaría que volvamos llorando a llamar a la puerta de Bartra, con una montañita de millones de eurípides.
La joven perla de la cantera es un juvenil que se llama Carles Aleñà. Lo he visto jugar desde que era alevín, cuando lucía una tremenda cabellera rizada a lo Maradona (que se veía más que al entonces diminuto jugador). Y, la verdad, es el futbolista más parecido que he visto al Pelusa. Al loro con esta promesa.
Takefusa Kubo podría haber sido un nuevo Messi. No obstante, la sanción de la FIFA al Barça le obligó a volver a su país, concretamente a Tokio. No descartaría que participase en el próximo Mundial, a pesar de que apenas tendrá 17 años recién cumplidos.
A otras joyas como el hipergoleador Pablo Moreno o la menuda fantasía de Xavi Simons, mejor dejarlos crecer. Desde el televisor, les seguiré atento, devoto.

PAP


sábado, 30 de julio de 2016

Celular



Soy del siglo XX.  No me disculpéis. No quiero saber nada de las apps. Ni tengo ni tendré Holaquehase (yo nada, aquí ando enganchado al móvil. Emoticono. Emoticono. ¿Y tú? Pos lo mismo. Emoticono…), etc. (No recuerdo que cetera significara ‘nada’; habrá que buscar otra abreviatura; aunque, ahora que lo pienso, igual el concepto relacionado con la aplicación real de esa popular aplicación ya estaba inventado; creo que lo denominan cero absoluto). Ojalá hubieran tenido a mi gran profesor de matemáticas Antonio Lacasta, que nos advertía: “No habléis a no ser que lo que tengáis que decir sea más bello que el silencio.
No soy nadie para juzgar las adicciones de nadie. Yo ya tengo bastante con las mías. Entre otras, ya tengo mis entradas para Asaf Avidan, SOJA y Pixies… Y del resto, mejor no hablar... Pero hablábamos de los teléfonos móviles, los celulares.
Esos duendecillos, que han esclavizado a la humanidad del primer y segundo mundos, y andan penetrando en el tercero quizás con más utilidad, pienso que nos traen más problemas de los que solucionan. No obstante, hace veinte años que tengo uno. Le cogí aversión cuando me era imprescindible para el trabajo: sonaba a todas horas. De hecho, fue el motivo por el que lo tuve por primera vez. Me lo regalaron mis padres para mi cumpleaños (mis familiares se habían convertido en mis recaderos telefónicos, y no se lo merecían). Mi padre me dijo: “Pero que sepas que yo no pienso llamarte nunca a eso”. Por suerte, ahora lo hace con frecuencia.
Pero a todo esto, en pleno siglo veintiuno, soy un hombre libre (del siglo XX). Cuando estoy trabajando, tengo el móvil apagado (me estoy haciendo profesor). También suele ser así cuando duermo (de noche o la siesta) y cuando como. No cojo el móvil cuando conduzco. Me lo dejo en casa si voy a comprar o voy a bajar la basura. No me interesa el 99.99% de lo que se pueda publicar en Whatsapp, ni de lo que se publicaba en Facebook (creo que esto último ya va caducando, aunque tiene sustitutos peores como el Periscope).
Mientras anda enganchado a un aparatito, al personal le ha dado por decir cosas tales como ‘quiero ser feliz’. Pero para muchos no puede haber felicidad sin cobertura o sin wi-fi: tranquilidad y felicidad se ve que ya no son sinónimas... Observo a las parejas paseando, o cenando, mientras hacen caso omiso del otro, atentos al móvil. Veo con preocupación la importancia y el uso desmesurados que le dan los adolescentes y cada vez más adultos.
Yo, en cambio, solo quiero vivir mi vida con cierta intensidad, sin molestar a los demás (tanto mientras trabajo como cuando me dedico a “mis labores”), y compartir mi intimidad con quien yo decido. Sé que escribo (y a veces publico) a horas intempestivas. Aunque suele costarme semanas o meses pergeñar unas líneas que me convenzan, cuando os castigo por aquí lo hago solo porque queréis, y cuando podéis. Pero ni yo ni mi vida somos tan memorables como para que tengamos que publicarlas a los cuatro vientos, 24 horas non-stop. No creo interrumpir la vida ni el sueño de nadie. Y sigo teniendo una importante necesidad de una palabra en desuso en estos tiempos virtuales: intimidad.
Y así voy siendo, “aunque no esté de moda en estos días”, como cantaba Silvio. Pero estamos en verano. Haced el favor: apagad esto y buscad una sombra y un buen libro. Yo voy a hacerme una selfie y a cazar unos Pokemons.

PAP

jueves, 5 de mayo de 2016

Siempre nevará en abril

"Dearly beloved
we R gathered here today
2 get through this thing called LIFE.
Electric word life
it means 4 ever and that's a mighty long TIME...
But I'm here 2 tell U
there's something else:
The Afterworld.
A world of neverending happiness,
where U can always see the sun,
day or night."
Prince
("Let's Go Crazy", Purple Rain, 1984)


"Y al tercer día, resucitó".
Vosotros y vuestros hijos, y vuestros nietos y descendencia, (y alguno de mis alumnos y mis pacientes lectores y por tanto amigos), seguiréis propagando la semilla púrpura. Él ha vuelto a YouTube y a la WWW y a vuestras vidas y estará en vuestros oídos y en vuestros pensamientos y estará en vuestros recuerdos y seréis púrpuras y a veces nieva en abril.

PAP



miércoles, 27 de abril de 2016

(De terciopelo)


Cuando un conjunto de africanos viene a tocar a Barcelona, la magia está asegurada. Conocí a Youssou N’Dour el día que cumplí 14 años, en el mítico concierto de Amnistía Internacional al que me llevaron mis tías guays. Con Radio 3 (y con Peter Gabriel y su sello Real World, y con Mr. G), llegó una lista interminable: de Salif Keita a Oumou Sangare, de Lokua Kanza a Mulatu Astatke, del afrobeat de Fela Kuti al de su hijo Femi, del raï de Khaled o Cheb Mami a la voz profunda de Cheika Remitti (y al recuerdo siempre de Hasni), de Richard Bona a Richard Bona. Pero llegué tarde a Papa Wemba, ya en este siglo, yo diría que cuando supe que iba a verlo en el festival de SOS Racisme que se celebraba en el Moll de la fusta.
Murió este domingo sobre un escenario, el lugar donde brillan las verdaderas estrellas de la música. Grabó más de cuarenta discos a lo largo de unos cincuenta años de carrera. Dicen que hacía rumba congoleña. Y no dicen mucho más (o no dicen nada). Yo solo sé que creaba música de esa que a uno le (con)mueve y que su voz aterciopelada me hizo levitar desde el primer instante en que la escuché en directo (me levanté del césped de un salto, con la carne de gallina: tengo testiga. Sus músicos ayudaron…)
Creo recordar que hace como una década cometió un horrible crimen por el que fue arrestado en París: parece ser que había ayudado a muchos congoleños a llegar a Europa. Algún día será premiado por ello, aunque tarde. Mientras por aquí andamos obsesionados con los diamantes o el coltán, o el dinero (expoliado por dictadores) que guardamos aquí, y propiciamos, con las armas que fabricamos, con nuestras acciones políticas exteriores, que se maten tanto cuanto puedan, olvidamos que nos está llegando lo mejor de cada tribu, de cada población o comunidad africana, que debería aportar a esta vieja y gris (blanca) Europa un ingrediente imprescindible en la necesaria regeneración cultural, laboral, social e incluso genética que nos hace falta.
(Por suerte, la música no tiene fronteras: las fronteras solo existen en el cerebro humano).

PAP


jueves, 21 de abril de 2016

Púrpura


No sé si Prince fue para mí un guru, un amigo, un maestro o una droga. No sé durante cuántos años lo escuché a diario. No sé en cuantas relaciones sexuales cantó para nosotros. No sé cuántas veces lo he visto en directo. No sé cuántas canciones suyas me sé de memoria. He pasado más horas 'con él' que con muchos de mis familiares y amigos.
Conservo un vago recuerdo de la primera noticia que tuve de Prince. Debía rondar los diez años de edad cuando escuché por primera vez algunos temas de su Purple Rain en la radio. No sé si esa ha sido mi canción de amor: pero entonces aún no sabía de qué manera habría de marcarme; no sé cuántas veces se me han saltado las lágrimas durante el solo de guitarra de esa canción; no sé cuántas imágenes acumulo ya relacionadas con esos acordes. Ese sueño púrpura ha crecido conmigo en mi imaginario.
Cuando a los catorce fui a comprarme el Joshua Tree de U2, en la pequeña tienda de discos que había en la Rambla destacaba sobremanera un enorme póster del Lovesexy: su desnudo integral. El príncipe de Minneapolis y del resto del mundo era un provocador nato. En plena era ultraconservadora del Reaganismo, pocos tan irreverentes y explícitamente sexuales como él. Yo apenas me atrevía a mirar el póster directamente (¿qué pensaría la gente de mí?), pero me regocijaba al ver cómo se escandalizaban ciertas personas que, paseando, lo veían desde la calle a través del ventanal de la tienda.
Su música era funky, y a veces rock y pop y hip hop y era… sexual. Y eso, a un adolescente, le despierta cierto interés. Y en una época en que el personal sabía aún menos inglés que ahora, uno podía incluso cantarlo en voz alta, mientras caminaba o pedaleaba con su walkman (un cacharro parecido a un áipod pero que molaba mucho más).
Mi adicción a Prince comenzó en una habitación o cueva familiar. Esa tarde me pusieron el Soy gitano de Camarón y el Black Album de Prince (en la copia ilegal original). Esa tarde mi vida dio un vuelco. Creo que nunca he vuelto a ser blanco del todo (ni payo, por cierto). Ni a bailar igual.

May U Rockhard in a funky place 4EVA.

PAP


viernes, 15 de abril de 2016

La estrella misteriosa


Lorca es el brillo y el misterio, luz y oscuridad, el sol y la luna, la vida (el amor) y la muerte. Local y universal. Historia y mito.
Tradición y vanguardia, como revela el ejemplo que mi Maestro Alberto siempre nos ponía: aquellos versos del “Romance de la Pena Negra”, donde leemos “Las piquetas de los gallos /  cavan buscando la aurora”, proceden del Cantar de Mío Cid. El Campeador ha sido desterrado y cabalga toda la noche hasta llegar a San Pedro de Cardeña, donde pretende despedirse de su esposa e hijas. Allí llega con bastante rapidez, justo cuando va a amanecer: “Apriessa cantan los gallos / e quieren quebrar albores”. Quieren es un verbo auxiliar (como el “de cuyo nombre no quiero acordarme”, del Quijote); significa que ‘van a quebrar albores’, vamos, que está a punto de amanecer. Pero Lorca interpreta la conjunción copulativa con valor de consecutiva, haciendo que la metáfora piquetas-pico, que es una paronomasia al mismo tiempo, ceda a los gallos el protagonismo de provocar la salida del sol (el Poeta les otorga voluntad con su lectura del verbo ‘querer’).
Lorca es barroco y contemporáneo. No solo estos contrastes, sino la acumulación de imágenes y recursos retóricos, el uso de metáforas prolongadas o dobles metáforas (la guitarra es el femenino y musical símbolo metonímico de Andalucía), o la concepción de la vida como camino hacia la muerte, lo corroboran.
Francisco Rico nos decía que toda la literatura universal podía reducirse a tres temas: amor, tiempo y muerte. En Lorca siempre andan los tres en danza… El tiempo como destino trágico, los reúne a todos. La pasión, el amor (el dolor), tiende a disgregarlos.
La pasión de Lorca es semejable a la Pasión de Jesús. La vida como sacrificio por amor. Por amor a la palabra y por amor a la vida. Pocos seres tan vitales habrán existido como nuestro granaíno universal.
En su comedia dramática El maleficio de la mariposa, Curianito (una cucaracha) se enamora de la mariposa herida, que lo rechazará, pero Curianito le confiesa a su flor: “Amapola, ya he visto mi estrella misteriosa”.
La vida no tiene sentido con un cielo desierto. Cuando no se ve o no se alcanza la estrella misteriosa, se puede recordar, se puede soñar. Y tan intenso es el goce como el dolor; la vida o la memoria. Los deseos fructíferos. Los amores imposibles.

PAP

sábado, 26 de marzo de 2016

Un rey y dos rebeldes


Una cosa es lo que vivimos y otra, a veces muy distinta, es lo que pueden contar sobre lo que hemos vivido. Imaginad que, no ya vosotros mismos, sino otras personas, explican algo sobre vuestra vida de aquí a cuarenta o cien años, a partir de lo que recuerdan que vieron, o lo que les contaron, sobre vosotros. Algo así sucede en el Nuevo Testamento. El testimonio más reciente es el de Marcos, escrito entre 30 y 40 años después de la muerte de Jesús.
No voy a plantear un debate entre fe e historia. No soy creyente. Solo un lector. Así que tan solo me expresaré a partir del análisis de textos históricos, jurídicos y de los Evangelios. Y de las enseñanzas de mi profesor Josep Montserrat Torrents.
Para empezar, es muy posible que Jesús no naciera cuando lo celebramos, en Navidad (‘natividad’), sino que las primeras comunidades cristianas lo hicieran coincidir con el solsticio de invierno, por el simbolismo que tiene el hecho de que el día comience a ser más largo: “Ego sum lux mundi”.  La figura de Jesús para el cristianismo actual guarda ciertos paralelismos con el culto al dios egipcio Ra. Y en Egipto (bajo influencia helena) se extendió uno de los primeros focos de seguidores cristianos. De hecho, las fuentes conservadas del Nuevo Testamento están escritas en griego y no en arameo, la lengua de Jesús.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que ni los romanos ni los judíos crucificaban a los ladrones. Estos últimos les cortaban una mano y los primeros los torturaban y los encarcelaban. Los judíos no aplicaban la crucifixión como pena capital, sino la lapidación, como demuestra el propio Nuevo Testamento en el ejemplo de la mujer adúltera.
En el derecho romano, la crucifixión se empleaba como pena capital en distintos casos: robo agravado con muerte o peligro de muerte (piratería, asalto en descampado…), asesinato por envenenamiento, brujería, y la laesa maiestas, es decir, el desacato o la rebelión frente al Imperio Romano. Creo que cualquier mente sensata descartaría los tres primeros casos para Jesús de Nazaret.
A Jesús, en la señalada fecha judía de la Pascua, lo reciben en Jerusalén con palmas y bajo el cántico ¡Osana! Es el recibimiento propio de un rey, del heredero mesiánico (anunciado en el Antiguo Testamento) del trono de David. Cuando Jesús anuncia el reino de Dios, como buen judío, lo que defiende es un estado independiente de Roma, que se rija por la Torá, la ley judía. Es lo mismo que anunciaba Juan el Bautista en sus visiones apocalípticas: el reino de Dios, donde la política y la religión serían una misma cosa,  acabaría con su mundo (en el que estaban sometidos a Roma, como antes habían estado sometidos a Babilonia y a Egipto, los mayores imperios de la antigüedad). Y eso solo sería posible si el pueblo judío recuperaba su tierra prometida por el mismo Dios, si regresaba la época gloriosa de los reinos de David y Salomón, a manos de su descendiente, su ”hijo”. Los pasos de Jesucristo en el NT parecen seguir las predicciones de la parte profética del Antiguo Testamento, sobre todo en Ezequiel e Isaías. La inscripción que se puso sobre la cruz (INRI) rezaba: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos.
Los nazarenos eran una secta cuyos miembros juraban no cortarse el pelo hasta lograr la expulsión de los romanos de su tierra. Los sicarios, otra secta más agresiva a la que pudo pertenecer Judas Iscariote, o incluso Barrabás, preferían métodos más radicales. Judas ha pasado a la historia como adalid de la traición. Pero si Jesús fue consciente de la necesidad de sacrificarse, o incluso de su carácter divino, ¿no tendría sentido que le pidiera a su hombre de más confianza que cumpliera con lo que estaba escrito? Incluso si ello supusiera su condenación eterna a ojos de la humanidad, Judas debía estar seguro de que Yahvé conocía los entresijos del asunto. Puesto que para un judío (cristiano o no), el suicidio era un atentado contra el mismo Dios (artífice de la vida), ¿no pudo ser esa la primera y la mayor muestra de amor por Jesús, al no poder resistir la pérdida de este?
Otro capítulo aparte merece la situación de María Magdalena. Presentada como una simple pecadora que, desde su encuentro, sigue a Jesús más allá de la muerte (es la primera que presencia y explica la reencarnación de Cristo), la interpretación que un papa del siglo VI le quiso dar al personaje la convirtió en una prostituta. Es cierto que en el siglo I, solo una prostituta o una esposa judía andaría por descampados y desiertos en compañía de un hombre. Pero algunas teorías actuales defienden que la Magdalena pudo ser la mujer de Jesús. Es posible incluso que ejerciera una misión fundamental en los inicios del cristianismo. Y la vida de un judío ordinario, concretamente la de un rabino del siglo primero, explican que un hombre de treinta años estaba, por norma, casado (la esperanza de vida no excedía en mucho de los cuarenta…)
Que Jesús fuera un sedicioso es propio de un ‘buen judío’ de buena familia en el siglo primero. También que fuera un profeta y que defendiera nuevas tesis dentro del judaísmo, pues era muy frecuente. Los cuatro evangelios canónicos, en el apresamiento de Jesús, hacen referencia a que sus acompañantes (al menos algunos) iban armados con espadas. La espada era un arma de guerra, no de defensa personal como serían la daga o el puñal, sino pensada para el combate, como hoy sería una ametralladora. ¿Y qué hacía un grupo de gente armada, en plena Pascua judía, a las puertas de la antigua capital del reino de Israel? ¿La entrega de Jesús no fue, en realidad, un pacto a cambio de salvar a los hombres y mujeres que lo acompañaban, a su ejército? ¿Fue alguien que vino a sacrificarse por toda la humanidad, o alguien que, en un momento dado y por unas creencias y fines concretos, ofreció su vida a cambio de las de los suyos? Y los dos presuntos ladrones que junto a él fueron crucificados, ¿no murieron por la misma causa? ¿Fueron sus motivos muy distintos a los de Judas de Galilea, Juan de Giscara o Simón bar Giora?

PAP

viernes, 15 de enero de 2016

En la onda


Hace más de un cuarto de siglo que mi tío G, desde su cueva literariomusical, me aconsejó que sintonizara Radio 3. La música, que hasta entonces era en blanco y negro, se volvió de colores.
José Miguel López, con su programa Discópolis, fue uno de los responsables de que me hiciera adicto a las que se empezaron a etiquetar como músicas del mundo (como si el resto procedieran del espacio).
Cuando los elefantes sueñan con la música fue aquel programa que comenzó su andadura sustrayéndome horas de la noche con abigarradas melodías, siempre mejores que mis sueños.
Trópico utópico es otro de esos aciertos geniales hasta en el nombre, difícil de escuchar sentado, o estático.
Sonideros nos regala una hora ininterrumpida de música bailonga, seguida de más horas que hacen brillar las tardes de los domingos, conducidas por cuatro finísimos dj’s de órdago. De la mano de ellos llegué hasta Café del sur, que nos regala cálidos viajes sonoros de poesía meridional.
En lugar de alejarnos de sus ondas, las nuevas tecnologías han ensanchado el espacio y el tiempo… Los podcasts nos permiten descargar (botón derecho del ratón) y escuchar los programas que queremos cuando podemos.
Porque nos abrieron los ojos, la mente y los oídos. Porque han llenado tantas horas de nuestra vida sin acosarnos con publicidad. Porque nos dejan siempre con ganas de más… Porque estos son solo algunos de los programas y algunas de las músicas con las que desde esta emisora nos han hecho distintos, mejores: Soy hooligan de Radio 3.

PAP