jueves, 21 de abril de 2016

Púrpura


No sé si Prince fue para mí un guru, un amigo, un maestro o una droga. No sé durante cuántos años lo escuché a diario. No sé en cuantas relaciones sexuales cantó para nosotros. No sé cuántas veces lo he visto en directo. No sé cuántas canciones suyas me sé de memoria. He pasado más horas 'con él' que con muchos de mis familiares y amigos.
Conservo un vago recuerdo de la primera noticia que tuve de Prince. Debía rondar los diez años de edad cuando escuché por primera vez algunos temas de su Purple Rain en la radio. No sé si esa ha sido mi canción de amor: pero entonces aún no sabía de qué manera habría de marcarme; no sé cuántas veces se me han saltado las lágrimas durante el solo de guitarra de esa canción; no sé cuántas imágenes acumulo ya relacionadas con esos acordes. Ese sueño púrpura ha crecido conmigo en mi imaginario.
Cuando a los catorce fui a comprarme el Joshua Tree de U2, en la pequeña tienda de discos que había en la Rambla destacaba sobremanera un enorme póster del Lovesexy: su desnudo integral. El príncipe de Minneapolis y del resto del mundo era un provocador nato. En plena era ultraconservadora del Reaganismo, pocos tan irreverentes y explícitamente sexuales como él. Yo apenas me atrevía a mirar el póster directamente (¿qué pensaría la gente de mí?), pero me regocijaba al ver cómo se escandalizaban ciertas personas que, paseando, lo veían desde la calle a través del ventanal de la tienda.
Su música era funky, y a veces rock y pop y hip hop y era… sexual. Y eso, a un adolescente, le despierta cierto interés. Y en una época en que el personal sabía aún menos inglés que ahora, uno podía incluso cantarlo en voz alta, mientras caminaba o pedaleaba con su walkman (un cacharro parecido a un áipod pero que molaba mucho más).
Mi adicción a Prince comenzó en una habitación o cueva familiar. Esa tarde me pusieron el Soy gitano de Camarón y el Black Album de Prince (en la copia ilegal original). Esa tarde mi vida dio un vuelco. Creo que nunca he vuelto a ser blanco del todo (ni payo, por cierto). Ni a bailar igual.

May U Rockhard in a funky place 4EVA.

PAP


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