jueves, 3 de septiembre de 2015

De fuego


No me gustan las fiestas locales. Existen, no obstante, un par de excepciones: la Mercè de Barcelona (por el BAM) y las fiestas de Elche. Lo que hace especiales a estas últimas son el Misteri d’Elx y la Nit de l’albà (la Alborada)
El Misteri es una representación dramática cantada, que se lleva a cabo en la Basílica de Santa María y donde se relata la ascensión de la Virgen. Su origen se remonta a la Edad Media, aunque la Consueta (el guion) se fijó a partir del Renacimiento. La maquinaria del Barroco introdujo los ‘efectos especiales’ de la ascensión, conocidos como el Araceli y la Magrana. El pueblo de Elche ha sido el responsable de conservar viva esta tradición. Durante treinta años, el tío Tomás fue el Àngel Major (que siempre debe ser representado por un sacerdote).
El tío Tomás fue una de las personas más alegres y con mejor sentido del humor con las que tuve la suerte de crecer. Su jocosidad constante, que repartió a discreción entre familiares y parroquianos, contrasta con el hecho de que decidiera abandonarnos demasiado pronto. La primera vez que salió mi nombre en la portada de un libro, le dediqué mi trabajo a él, con una cita del Misteri.
“Seureu en cadira real
en lo regne celestial”
Hacia el cielo se dirigen, cada 13 de agosto, ruidos y luces. Esa noche, la población entera sube a los terrados y quema varios cientos de miles de euros en fuegos artificiales. Es la Alborada: un despilfarro de color y sonido que se extingue en un suspiro. Me parece una buena metáfora de la vida: brillante, vertiginosa, imparable… Una explosión que se mantiene encendida apenas unos instantes. Una luz fugaz, un destello mágico, casi inexplicable.
Elevarse, reír, jugar con fuego es lo mejor que se puede hacer mientras andamos por aquí.

PAP



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