miércoles, 23 de mayo de 2012

Versos aislados


Tras pasar la velada viendo películas, Ian Curtis se colgó en la cocina de su casa. Entre otras, parece ser que revisionó la poco optimista Stroszek, de Herzog. Y escogió a Iggy Pop como banda sonora de su muerte pendular. Aquel trágico 18 de mayo de 1980, algo de la poesía desapareció de la música.
Joy Division fue por este motivo uno de los grupos más efímeros de la historia. A pesar de la larguísima carrera que ha tenido el resto de sus miembros como New Order, que en los próximos días nos visitarán de nuevo, nunca fueron (ya no podían ni debían serlo) los mismos, ya no sonaban igual, no podían cantar lo que cantaban. Seguramente, tampoco consumían ya lo mismo...
Con Joy Division, estos muchachos del área de Manchester nos descubrieron en sus canciones una suerte de verdad revelada, o intuida, en total consonancia con el susurro místico de su letrista y cantante, Ian Curtis, que, además, acompañaba su interpretación vocal con una peculiar forma de bailar, próxima a veces a la epilepsia que padecía.
Joy Division, “División de la alegría”, era el nombre que recibía un grupo de mujeres judías que fueron forzadas a prostituirse entre los soldados alemanes durante la 2ª Guerra Mundial. Su nombre y su estética eran, pues, pura provocación, como lo han sido siempre las vanguardias. Su música sonaba nueva, y empezó a incorporar los sintetizadores al punk-rock. Sus letras eran como un pellizco en el cerebro.
Numerosas son las bandas que reconocen la huella de Joy Division... Apuntemos The Smiths, The Cure, U2, The Killers o Los Planetas, que en su primer álbum describieron el suicidio de Curtis en “Desorden”. La película hagiográfica Control, de 2007, dirigida por Anton Corbijn, retrata con fidelidad y lealtad una parte de lo que fue el líder del grupo.
Influido por William Burroughs y la generación beat, Ian Curtis quiso ser poeta. Ahora debemos recordar que, además de Rimbaud, existió con otro gran poeta niño, otro ser especial que se aisló voluntariamente, que nos regaló unos demasiado breves versos eternos.

PAP



sábado, 5 de mayo de 2012

El ídolo normal


Cualquiera que me conozca, aunque sea de oídas, sabe que soy culé.
Hoy he llorado. No lloraba por el Barça desde que perdimos aquella final de Sevilla, que tuvo que ser nuestra. Dejar de ganar un título no es triste, para mí siempre ha sido la motivación para ganar el siguiente. Y he hecho algo de deporte... Y también he jugado a ser entrenador.
Supongo que soy un sentimental. Pero mis lágrimas solo caen cuando les corresponde; las tengo amaestradas.
El aún entrenador del Barça no solo nos ha devuelto la alegría futbolística, y el reinado en el mundo del fútbol. Además, nos ha regalado sus formas y sus ideales futbolísticos, de sangre blaugrana. Nos ha enseñado a ser.
Pep Guardiola es nuestro y ha sido un poco nosotros desde hace 25 años, cuando recogía las pelotas en aquella semifinal... Sin él el Barça será el mismo. Tenemos la mejor cantera del mundo. Pero ya no podremos celebrar que tenemos al mejor de los culés entre nosotros, a la cabeza del primer equipo. Volverá, si quiere, cuando quiera. Seguro que no habrá un mejor presidente para el club. Pero ahora se ha ganado el descanso del guerrero. Dicen que las segundas partes nunca son buenas. Porque nadie ha visto aún la segunda parte de Guardiola.
Gracias, Pep. Força Barça!

PAP
 
 

Un pez gordo

Decir que Tim Burton es una de las rara avis del cine norteamericano actual no sería decir nada nuevo. Pero hace varios lustros que desistí de escribir algo nuevo. En cualquier caso, en pocos directores se da como en él una imaginación desbordante y una íntima conexión entre literatura y cine. Debo recordar aquí una joyita de las que creo que hay que tener en papel, como es La melancólica muerte de Chico Ostra, publicada en España por Anagrama.
Este creador gótico, digno descendiente de Edgar Allan Poe, ha sido capaz de ir captando a un público muy heterogéneo con películas para todos los públicos como Eduardo Manostijeras, Mars Attacks o Pesadilla antes de navidad. Son de remarcar sus fidelísimas versiones del musical Sweeny Todd, y de una de las obras maestras de Kubrik, El planeta de los simios. Su Batman fue el mejor de la saga, acompañado de la electrizante banda sonora de Prince.
Algunas de sus libérrimas adaptaciones cinematográficas de obras literarias han sido la emocionante La leyenda de Sleepy Hollow o la entrañable Charlie y la fábrica de chocolate, que contrastan con la floja versión de Alicia, en 2-Ds y media, quizás demasiado sesgada por la edulcorada Disney.
A menudo sucede que la adaptación cinematográfica de una obra literaria cercena el original. Otras, en cambio, esta mutación convierte un simple texto en una obra de arte. Y la mejor de sus películas, la que jamás me cansaré de ver, es Big Fish. La versión de la novela de Daniel Wallace es sencillamente sublime. El mensaje idealista que contiene resulta casi irreverente en los tiempos materialistas que corren; el modelo que ofrece dista mucho de los valores asociados al triunfador norteamericano; su sentido es muy próximo a la interpretación romántica del Quijote.
En el vasto océano de la pantalla, Tim Burton es, en definitiva, uno de los peces más grandes, que ha logrado convertir sus ideas, sus sueños, sus pesadillas, su literatura, en historia del cine.

PAP


miércoles, 2 de mayo de 2012

Dulces prendas


Chica bien y muy mona se revela como artista, canta fenomenal y hace canciones sensibles, y hasta comprometidas o con mensaje.
Este curriculum con pinta de perfil de Facebook podría aplicársele a varias cantantes emergentes en nuestros días. Y nos sorprendería, de no existir destacados precedentes como Joan Baez o Marianne Faithful. Aunque también como el de cierta primera dama... Sin duda, estas nuevas artistas nacen con la expectación que generan las estrellas.
Lana del Rey (nombre artístico de origen cineautomovilístico) puede llegar a ser, puede que ya sea, la nueva diva del pop. Las canciones de esta neoyorquina son agudas, a veces algo corrosivas o provocadoras. Si en sus videoclips se respira un neoclasicismo un tanto kitsch, su música comunica una especie de audacia innovadora, que aglutina estilos e influencias diversos, desde el folk, el pop o la canción de autor, hasta la música electrónica o el triphop. Su voz también tiene esos mismos registros, que se deslizan entre lo dulce y lo amargo, combinándose con una habilidosa modulación. Envuelta del supuesto glamour de la prensa rosa y musical, nada con soltura entre ambas aguas, fundamentales para cualquier reina del pop que se precie.

Hanna Cohen es tan solo una promesa, pero parece tener materia prima sobre la que construirse. Además, cuenta con buenos padrinos y colaboradores como algún componente de The National o Antony and the Johnsons, lo cual es garantía de buen gusto. Nos dejará prendados con su primer disco, Child Bride, que quizás resulte una de las entregas más interesantes y esperadas de este curso.
Al público masculino ya nos tienen ganados. Ahora tendrán que conquistar la inteligencia de sus congéneres. Que sean replicantes o humanas, sirenas de cuento o artistas con genio, sólo el tiempo y sus carreras lo demostrarán. De momento... Me gusta.

PAP