Antes de
escribir desde el Carabassí, con todos mis respetos al aire, me siento en el derecho y la obligación
de compartir una risa. Que Cervantes me perdone, pero hacía días que no me reía
tanto. La película, imprescindible, es Un
funeral de muerte (Death at a funeral),
de Frank Oz.
Comencemos
por el elenco de actores, no debidamente reconocidos pero de primerísima fila
(todos os sonarán de otras pelis), que llevan la película a una constante
cadena de carcajadas. La trama gira en torno a un funeral, en el que salen al
aire las vergüenzas que todas las familias esconden: las apariencias, las
frustraciones, las comparaciones, las etiquetas, los secretos... Además del
asunto del enano (otro actorazo de órdago), el objeto desencadenante del enredo
será cierta clase de sustancia psicotrópica. Y hasta aquí puedo escribir.
Pero esta
barandilla quería asomarse a mi adorado Saza. Decir que ha muerto sería como
anunciar que mañana no saldrá el sol. Imposible. Cada vez que vuelva a aparecer
en mi pantalla de televisión estará mucho más vivo que la mayoría de las personas
que aún circulamos por el planeta. José Sazatornil actuó en casi todas las obras
maestras del cine cómico español: La
escopeta nacional, Amanece que no es
poco, El verdugo… Ninguna de esas
películas sería la misma sin su presencia. Un actor lo es cuando captura al público
en cuanto sale a escena, sea esta aparición constante o puntual. El cómico,
además, nos recarga la vida con nuestras propias risas.
La vis cómica
es como el pelo: se tiene o no se tiene. Las pelucas no sirven. Por eso adoro a
todos los peludos que se cruzan por mi camino.
PAP