Lamento no
tener las yemas tan afiladas como me gustaría para redactar esto. La
verdad es que me falta aliento desde la primera línea, que sin embargo ya he
sobrepasado. Pero era mi obligación como ser humano recomendaros Ciutat Morta, un documental que el
sábado pasado obtuvo un récord de audiencia en el segundo canal de la
televisión pública catalana.
Entre los de
mi generación, ninguno de los que trabajan en alguno de los cuerpos de
inseguridad del Estado a los que conozco (y son varios) tenía muy buen
expediente académico. Entre mis alumnos, los que sienten vocación de policías o soldados a
menudo son los típicos matoncillos de patio, ladrones de bocadillos, pequeños
tiranos de sus padres y grandes enemigos de la letra.
La razón y
la fuerza no suelen ser muy amigas.
La única fuerza de la razón requiere de la inteligencia.
Un país donde
la diferencia es perseguida, donde los políticos solo se representan a sí
mismos, donde la justicia brilla por su ausencia, donde a la poesía solo le queda
la muerte, nunca será mi país.
Así que,
escoged uno o dos buenos ratos para ver Ciutat
Morta. (Aseguraos de que os coge con buen cuerpo, eso sí). Hay que quitarse
ese manto de fingida seguridad que nos vendieron, fabricado con el mismo paño que
el traje nuevo del emperador. Y, si no entre todos, sí con la fuerza de la
mayoría y de la verdad, bajemos de una vez por todas el telón de este retablo
de las maravillas en que vivimos. Porque, como escribió José Agustín Goytisolo:
“en este
mismo instante,
también a ti
y a mí
nos tienen
maniatados.”
PAP
16 de diciembre de 2017
El derecho más importante es el derecho a la vida. Uno de los testimonios de este documental ha perdido toda la credibilidad.
PAP
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