En el
principio, era el descapotable. Allá por 1910, Cadillac comenzó a fabricar
coches con techo fijo para combatir las inclemencias del clima. No obstante, muchos
cabriolet han generado una mística de
la conducción, como el Porsche 356 (en el que se mató James Dean), el Corvette C1, el Jaguar E type, el Ford
Mustang o el Mercedes SL descapotables.
A comienzos
de 1991 yo vivía en Estados Unidos. Como no podía ser de otra manera, jugaba a
voleibol. Un par de días a la semana venía a recogerme Earl, el sobrino del
mejor jugador de volei al que he conocido, Mr. Zeeman.
Earl tenía
un Mazda Miata (MX-5) que, incluso en pleno invierno, descapotaba para
complacerme. En cierta ocasión me preguntó si sabía conducir un coche de
marchas. Las ganas de ponerme al volante me obligaron a mentir, así que, en el
párking de un enorme centro comercial, conduje por primera vez con embrague.
Aunque tampoco debería confesarlo, ya había hecho mis escarceos con algunos
automáticos… El caso es que desde entonces he soñado con tener un roadster, es decir, un biplaza
descapotable con tracción trasera. Y ya tengo el mío.
Pensé que
sería el coche que me compraría en cuanto me sacase el carnet y consiguiera
ahorrar, aunque la realidad se impuso y mi primer vehículo a cuatro ruedas fue
un R-5 de segunda mano.
Después tuve
un Seat Ibiza, nuevo, que compartí con mi pareja durante diez años. Y mas tarde
el Volvo S40, un extraordinario coche familiar que llegó poco antes de mi
separación y que me sigue llevando a trabajar, o adonde quiera.
Desde muy
pequeño me han apasionado los coches. Antes de que me fuera permitido, ya me gustaba
conducir. Ahora seguiré haciéndolo, por pura diversión, con el cielo como
techo, con mi calva al viento, con una nueva excusa para seguir en marcha.
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