La eclosión del
bandolerismo catalán tuvo su origen en el siglo XV, y se desarrolló a lo largo
de los dos siglos siguientes.
Cuando
Fernando, rey de Nápoles y heredero a la corona de Aragón, se casó a escondidas
con una de las aspirantes al trono de Castilla, Isabel, contó con partidarios
que apoyaron ese proyecto. No obstante, no faltaron entre los nobles catalanes
quienes preferían otros enlaces, con el otro lado de los
Pirineos.
La situación
de la nobleza catalana empeoró con el reinado de Felipe II. Esa incipiente
burguesía que nació con el estado moderno, que además de enriquecerse producía
y aportaba riqueza a estas tierras, no pudo competir frente al auge del
comercio con América (o desde), coto privado de Castilla hasta el siglo XVIII.
De modo que
desde el siglo XV ya se fueron forjando bandos, de donde deriva la palabra
bandoleros. Los dos principales bandos eran los llamados nyerros y cadells. Los nyerros (del señor de Nyer) reunían a la
nobleza catalana que era mas partidaria de mirar hacia Francia y el Mediterráneo.
Los cadells representaban a las
clases populares y la nueva nobleza procastellana.
Las pestes,
los años de malas cosechas se fueron acumulando a lo largo del siglo XVI. Las
guerras por mantener la hegemonía en Europa propiciaron que se multiplicaran
los abusos de los soldados en su tránsito, entre otras, por tierras catalanas
hacia las constantes batallas europeas, y de vuelta… Aunque estos tenían
derecho a decomisar sal y vinagre,
a menudo se apropiaban de todo cuanto les venía en gana.
Progresivamente, los Felipes fueron dando los principales cargos políticos y
eclesiásticos, y los nuevos títulos nobiliarios, a la aristocracia castellana.
Y mientras
tanto el oro de las Indias, donde según Quevedo nacía honrado, “viene a morir
en España / y es en Génova enterrado”. En su camino hacia los banqueros
genoveses, cargamentos de oro y plata pasaban por Cataluña, y fueron objeto de
numerosos asaltos por los bandoleros.
Del bando de
los nyerros, Perot Rocaguinarda (el
Roque Guinart de la II parte del Quijote)
fue un bandolero que se convirtió en legendario, y que fue perdonado junto a
toda su banda a cambio de servir en el ejército en Italia, dirigiendo a su cuadrilla.
Joan Sala
perteneció a una familia de agricultores bien situados, vinculada a la baja
nobleza catalana, también del bando de los nyerros.
Su abuelo había sido alcalde de Viladrau en el siglo XVI. Pero a comienzos del
XVII, las cosas eran distintas… Su hermano mayor Antoni (l’hereu, heredero) anduvo un tiempo con la cuadrilla de Perot lo lladre (el ladrón), es decir, de
Rocaguinarda, para regresar de nuevo a la masía familiar, el Mas la Sala, en
Viladrau, y hacerse cargo de la misma. A raíz de un par de incidentes, Joan
Sala se introdujo en el bandolerismo, y lideró su propia cuadrilla. Tras casarse
con una joven heredera (la pubilla) del mas Serrallonga, en Querós (cerca de
Sant Hilari Sacalm), adquirió ese alias, y se convirtió en uno de los
bandoleros mas buscados de su época. Robó, secuestró, asesinó. Lo perseguían “los
hombres del rey”, lo ayudaron algunos nobles y eclesiásticos catalanes y
franceses; aunque también lo acogió toda clase de gente: como castigos
ejemplares, se encarceló a toda la población de Roda o se derruyeron todas las
casas de Querós. Fue traicionado, preso y ante la amenaza de tormento (torturas)
confesó sus delitos. Tras el juicio, fue desorejado, descuartizado en la plaza
pública y su cabeza fue expuesta en la puerta de Sant Antoni de la ciudad de
Barcelona. Pero el pueblo primero y el Romanticismo después lo convirtieron en
admirado y ejemplar personaje mítico. Se dice que su divisa y su grito de
guerra, que devendría proverbial, era: Visca
la terra i mori el mal govern!
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