sábado, 15 de febrero de 2014

A la sombra


Little Richard fue el príncipe del rock and roll  (cuyo trono, dicho sea de paso, debería ocupar Chuck Berry). Pero le tocó nacer en una época en que ser negro, rockero y homosexual era casi todo lo peor que se podía ser para la puritana sociedad “bienpensante” que, desde la génesis del país, está arraigada en los Estados Unidos.
No fue su limitado éxito consecuencia del instrumento que tocaba con precisión felina, pues el genial, blanco y donjuanesco Jerry Lee Lewis sí obtuvo el beneplácito del público aporreando un piano e imitando sus gorgoritos.
Se cuenta que una de sus mejores creaciones, “Tutti Frutti” (un eufemismo para decir homosexual), surgió en el descanso de una de sus actuaciones, cuando improvisó, al ver pasar un trasero de su gusto: “Tutti Frutti / good booty!”. Evidentemente, la canción no se grabó con ese mensaje, y mucho menos con la alusión al lubricante que facilitaba la penetración anal a la que se referían los versos siguientes.
Little Richard murió en las mismas fechas que Mandela, con lo que incluso el adiós al predicador del rock volvió a quedar oculto.
El otro día, ni siquiera yo recordaba su nombre en mitad de una conversación… Aunque, de no ser por ese lapsus, me habría olvidado de buscar una de mis cuartillas traspapeladas y publicar este recuerdo.

PAP

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