jueves, 18 de julio de 2013

Leyenda del Tiempo


Contaba Jorge Guillén que, estando en compañía de Lorca, “no hace frío, ni calor; hace Lorca”. Y así llevo yo como tres años… O toda la vida, desde que mi madre, luna lunera, memorizaba conmigo poemas o estrofas que yo adoraba por su sonoridad, aunque apenas entendía. Pero en poesía no todo debe entenderse: debe sentirse, debe emocionar.
Y Lorca no se lee. Se escucha. En pocos seres como en él hallamos el verbo y la música hechos carne. Lorca es tradición y novedad, folklore y vanguardia. En sus versos resuenan una lírica y un saber ancestrales, pero también los clásicos. Unos y otros se refrescan y vuelven a cobrar vigencia con nuevas connotaciones, y continúan en la memoria colectiva, participando de la eternidad.
Son ecos del pasado que sirven para interpretar un presente, a menudo angustiado u oprimido, en constante búsqueda del ser, de lo que se es y de lo que se podría haber sido, en una simultaneidad cuya constatación (o intuición) desgarra el alma.
En Así que pasen cinco años, se canta:
Sobre la misma columna,
abrazados Sueño y Tiempo,
cruza el gemido del niño
la lengua rota del viejo.
Tiempo. Es el dueño de la vida; y de la muerte. El tempus fugit clásico está presente en estos versos, pero transformado en algo nuevo. Es barroco y es tradicional; también vanguardista: “Ayer y mañana comen / oscuras flores de duelo”.
Sueño. Bajo una perspectiva casi calderoniana, sueño es lo que somos. Pero para Lorca el sueño es, además, lo que fuimos antes de ser, lo que somos mientras seamos, lo que seremos tras haber sido.
El tiempo es nuestro límite. Es el límite del sueño, marcado por el día y la noche, por el sol y la luna, entre esos momentos confusos, amanecer y anochecer, que en realidad son el mismo crepúsculo. Es la cola del sol, la garganta de la luna, en la gongorina metáfora de la “Casida IX (De las palomas oscuras)”.
Pero el destino trágico ya viene anunciado desde la primera estrofa…
El Sueño va sobre el Tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas 
en el corazón del Sueño.
En el combate que siempre perdemos contra la Muerte, el poeta plasma una de sus obsesiones: una vida estéril, un sueño que no produzca frutos. Y, si las anémonas formaban un colorido coro de impulso vital, la noche helada canta nuestro seguro destino.

PAP

El beso, Federico García Lorca

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