No sé desde
cuando soy culé. Tampoco sé por qué. Mis abuelos (futboleros ellos) eran
merengues. Y últimamente he descubierto que mi padre es un poco del Barça. Creo
que decidí volverme incondicional tras la final de la copa de Europa de
Sevilla, que perdimos en aquellos dramáticos penaltis. No obstante, como soy
humano, confieso que sufrí una crisis de fe y durante casi un año me hice del
Madrid (jugaban Santillana, Hugo Sánchez, etc., mientras el Barça nuñeceaba y sus
jugadores se plantaban, o huían). Pero la cabra tira al monte.
Volví a ser
del Barça en aquella época en que apenas se ganaba alguna copa del Rey o alguna
Recopa de Europa (título que desapareció del mapa). Lo normal era perder y, a veces,
echarle la culpa al árbitro.
Seducido por
el mito formativo de la Masía, comencé por ver los partidos del Barça B en el
canal 33. En los partidos de pretemporada también se podía ver a veces a alguna
joven promesa. Luego surgió el Canal Barça, transformado en Barça TV, donde
podemos ver muchos partidos de la cantera. Allí he visto crecer, entre otros, a
Sergi Samper, un futbolista fuera de serie con ADN Barça. Como entrenador,
siempre valoré la capacidad para descubrir futuros talentos, cosa que como
espectador me gusta practicar.
Este verano,
me ha conmovido ver las lágrimas del mejor jugador del mundo, ese niño pegado a
una pelota a quien he podido admirar desde cadete. También los mejores pierden,
también los mejores fallan. La pulga que juega a fútbol como Dios y que no sabe
de finanzas no deja de ser un modelo para niños y adultos, y para la historia. Dicho
sea de paso, yo gano algo menos que él y necesito que me hagan —bien— la
declaración de la renta.
Ando compungido
por la marcha de Marc Bartra, a quien he visto jugar desde infantil. Estoy
seguro de que triunfará y se consolidará como central de la selección. Pocos
jugadores han rendido tanto teniendo tan pocas oportunidades como se le han
ofrecido a él. Pero eso cambiará… fuera de aquí. En cuanto Piqué se jubile, no
me extrañaría que volvamos llorando a llamar a la puerta de Bartra, con una
montañita de millones de eurípides.
La joven
perla de la cantera es un juvenil que se llama Carles Aleñà. Lo he visto jugar
desde que era alevín, cuando lucía una tremenda cabellera rizada a lo Maradona
(que se veía más que al entonces diminuto jugador). Y, la verdad, es el futbolista
más parecido que he visto al Pelusa. Al loro con esta promesa.
Takefusa
Kubo podría haber sido un nuevo Messi. No obstante, la sanción de la FIFA al
Barça le obligó a volver a su país, concretamente a Tokio. No descartaría que participase
en el próximo Mundial, a pesar de que apenas tendrá 17 años recién cumplidos.
A otras joyas
como el hipergoleador Pablo Moreno o la menuda fantasía de Xavi Simons, mejor
dejarlos crecer. Desde el televisor, les seguiré atento, devoto.
PAP