Hace más de
un cuarto de siglo que mi tío G, desde su cueva literariomusical, me aconsejó
que sintonizara Radio 3. La música,
que hasta entonces era en blanco y negro, se volvió de colores.
José Miguel
López, con su programa Discópolis,
fue uno de los responsables de que me hiciera adicto a las que se empezaron a
etiquetar como músicas del mundo (como si el resto procedieran del espacio).
Cuando los elefantes sueñan con la música
fue aquel programa que comenzó su andadura sustrayéndome horas de la noche con abigarradas melodías, siempre mejores que mis sueños.
Trópico utópico es otro de esos aciertos
geniales hasta en el nombre, difícil de escuchar sentado, o estático.
Sonideros nos regala una hora
ininterrumpida de música bailonga, seguida de más horas que hacen brillar las tardes de los domingos, conducidas por cuatro finísimos dj’s de órdago. De la
mano de ellos llegué hasta Café del sur,
que nos regala cálidos viajes sonoros de poesía meridional.
En lugar de
alejarnos de sus ondas, las nuevas tecnologías han ensanchado el espacio y el
tiempo… Los podcasts nos permiten descargar
(botón derecho del ratón) y escuchar los programas que queremos cuando podemos.
Porque nos
abrieron los ojos, la mente y los oídos. Porque han llenado tantas horas de
nuestra vida sin acosarnos con publicidad. Porque nos dejan siempre con ganas
de más… Porque estos son solo algunos de los programas y algunas de las músicas
con las que desde esta emisora nos han hecho distintos, mejores: Soy hooligan de Radio 3.
PAP