Aunque la
introducción, el desarrollo y la conclusión de esta loa podría resumirse en el
título, no os hagáis ilusiones.
El Teatre
Lliure es un teatro independiente que nació allá por 1976 como una cooperativa
de jóvenes talentos que tenían una doble finalidad: actualizar las grandes
obras del teatro clásico y estrenar las producciones contemporáneas con mensaje
que quedaban fuera del circuito de teatro comercial. Literatura universal en
lengua catalana para que ese gran público barcelonés con intereses culturales
tuviera un lugar de donde salir con las conciencias despiertas.
Así ocurrió
este invierno cuando asistí de nuevo a una nueva versión de Un enemigo del pueblo, de Ibsen. Y
pasada por las manos de don Juan Mayorga, hablamos de palabras mayores. La
puesta en escena es espectacular. Presenta un escenario móvil semicircular que cambia el espacio con
sus desplazamientos, y que con pocos elementos, casi por metonimia, lo
transforman en otro lugar. En el clímax de la obra, esa escena en que el doctor
Stockman se enfrenta a una especie de asamblea popular (Acto IV), el patio de
butacas se ilumina y los actores que representan al pueblo, y que increpan al
protagonista, se mezclan entre el público, como es tradicional en el siempre
mutante Lliure:
“Las
verdades reconocidas por la mayoría no son otras que las que defendían los
pensadores de la vanguardia en tiempos de nuestros tatarabuelos. Los que somos
la vanguardia de hoy no las queremos”. (trad. Max Lacruz)
No me
entusiasmó la musicalización de la obra, aunque tampoco resulta un
despropósito, pues subraya el enfrentamiento colectivo (coral) e individual
(solo) presente en la obra.
El Lliure no
tiene reservado el derecho de admisión. Solo con pagar la entrada (para lo que
ofrecen interesantes descuentos y bonos), uno puede pasar. Cada vez que salgo
de allí siempre me toca escuchar la crítica (a veces furibunda y mordaz) de
alguna señorona enjoyada (o no) de mentalidad talibanoburguesa.
Para eso
sirve un teatro en libertad: para salpicar nuestras ideas... y sacudir las
mentalidades “plebeyas de espíritu”.
PAP