No eran
guapos, no eran modernos, no eran polémicos. No arrasaron en las listas de
éxitos. Su nombre no era borroso, ni hacía referencia a lugares paradisíacos, y
ni siquiera llevaba apellido. Una de las bandas de más talento de los años ’90
se llamaba James.
Sus
músicos se conocieron tocando en jam sessions. A Tim Booth, que acabaría
siendo su compositor y vocalista, lo encontraron en una fiesta en la que este
se había colado.
Su
andadura comenzó hace como 30 años y abarca 11 álbumes de estudio (el último
publicado en dos fases, The Morning After / The Night Before). En julio
de 2012, con la que está cayendo, ahora que ya casi nadie se compra discos (ni
compactos, ni vinilos; ni siquiera frisbees), se han desmarcado,
¡atención!, con un CD triple aderezado por un DVD en directo y un maxi-single
de cuatro cortes. En uno de estos CD’s, The Gathering Sound recoge
rarezas de su dilatada carrera no publicadas hasta ahora; otro incluye
grabaciones en directo desde 1982 hasta 2008; en el tercero condensa en uno
ese último álbum bífido, antes citado.
¿Cuál
es el camino de los que no se plantean llegar a un lugar concreto, sino que se
dejan llevar por el ritmo del tiempo, las necesidades propias y los
acontecimientos? Seguramente, uno parecido al que ha seguido esta banda de
Manchester. ¿Y adónde lleva?
¿Acaso importa? Lo único relevante es que continúan inagotables, sordos al
aburrido son del cómitre de turno, eternos como un epitafio, cantando en mi
conciencia Getting Away With It (All Messed Up), esos cuatro acordes
interminables que, mientras crecen, reflejan a buena parte de mi generación y de
esta agitada época que nos ha tocado vivir.
PAP
