Como profesor de letras (y de signos de puntuación) puedo asegurar que, en el siglo XXI, nuestra historia de la literatura comienza por A. Por la A de Andrés Neuman.
El viajero del siglo transcurre en torno a la década de 1820, cuando la literatura y el pensamiento se debatían entre la inspiración romántica de los jóvenes y la regla clásica de los viejos, una época remota en que los conservadores, tradicionalistas, intentaban imponerse ante el empuje de aquellos muchachos de pelo largo, reformistas, idealistas... En ese punto de inflexión hacia lo que llamamos la edad contemporánea.
Hans, el protagonista de esta novela, llega a Wandernburgo, una ciudad imaginaria y cambiante ubicada en la Sajonia, en la que el lector y el protagonista quedan atrapados, como en un laberinto de raíz argentina... Allí entra en contacto con el organillero, un anónimo anacoreta que vive en una platónica cueva y le ofrece otra visión de la vida a este moderno Ulises. Pero también alterna con las clases altas, entre las paredes de un salón burgués donde se enamorará de Sophie, gracias a una abigarrada tertulia cultural, donde los personajes expresan su carácter a través de sus gustos musicales, filosóficos, literarios, políticos. Ahí nace el amor más peligroso, el que se alcanza bajo la voraz (y duradera) seducción de la inteligencia.
Y se activan entonces toda suerte de procesos filológicos: lectura, comentario, crítica, exégesis, traducción. Y hay narración, epístolas, teatro, poesía. Es la novela total. Es volver al Quijote. Como Cervantes, también revisa, a través de estos personajes, a los escritores, músicos, el arte y las ideas de aquella época. El poeta Andrés Neuman ha heredado, además, la pluma de Clarín, la agudeza de Marsé, el ritmo de Dickens.
La fragmentación en pasajes da una visión poliédrica, no plana, (verosímil por tanto) y multiplica las situaciones de suspensión y admiración a lo largo de la obra.
Los juegos de oposiciones binarias aparecen tanto en los personajes (Hans-Rudi, Lisa-Sophie...), como en los temas: amores irrealizables y amores no correspondidos, viajar o quedarse, ilusión y decepción, opiniones o convicciones, racionalismo o epicureismo, minué o alemanda... El tiempo de la novela, asociado a la estructura de la misma, lo marcan las estaciones. Así como en la vida.
El viajero del siglo es un libro de impresiones, de silencios, posibilidades, ironías vitales, diálogos ingeniosos, deliciosas descripciones, amor, pensamiento, misterio, escrito con un finísimo sentido del humor. Una novela de siempre y para siempre. Leedlo y celebradlo.

El entusiasmo que desborda tu comentario PAP sobre el libro de Neuman , propio de un amante enamorado,es digno de encomio. la obra no la conozco, però ante tu contundente afirmación de estar delante de la novela total,émula contemporanea del Quijote, prometo leerla.
ResponderEliminarSí en cambio querría hacerte una pequeña consideración sobre algo que dices. En algun momento contrapones racionalismo y epicureísmo. Craso error, pues no hay mejor ejemplo de autor racionalista que Epicuro,quién busca con su argumentación filosòfica liberarnos contra la supercheria y la superstición ,encarnadas entre otras cosas en el temor a la muerte y el miedo a los dioses,única forma de lograr una vida libre, feliz y placentera.La oposición, si acaso, sería entre asecetismo y epicureísmo, entre racionalismo y irracionalismo
Completamente de acuerdo, y creo que Hans opina como tú (y como yo). Pero en la novela algunos de los dilemas planteados se debaten entre lo que se supone que debemos hacer y lo que nos atrevemos a hacer... Y la solución a muchas oposiciones es el sincretismo. Y en la renuncia razonada, un ser humano puede ser razonablemente romántico... En cualquier caso, pretendía exponer la diferencia de posturas racionales entre el profesor Mietter y Hans (o Sophie)...
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
Ayer mismo terminé este libro que me recomdendaste hace ya algún tiempo. Simplemente, fascinante. La cantidad de temas que aborda es abrumadora y su uso del lenguaje, magistral.
ResponderEliminarCelebro el día en el que me sugeriste su lectura.
Gracias, Néstor.
ResponderEliminarCelebro que lo celebres conmigo... Y que sigas siendo un gran lector.