miércoles, 29 de junio de 2011

La espina y su rosa


A veces una canción se hace con uno en cuanto la oye. A menudo esa melodía, esa letra, se apodera tanto de nuestra mente que no podemos dejar de escucharla, de recordarla, de tararearla. Incluso, en alguna ocasión, canta lo que no seríamos capaces de confesar. “Elephant” es una de esas canciones.
En sus composiciones, Damien Rice nos susurraba sensaciones intuidas o recordadas, o pesadillas del sentimiento que se acaban materializando. Solían plantear una escena, un movimiento del alma, el instante de una emoción. Y al final, en el último verso, quizás incluso después de que la música terminase, corregían todo lo dicho, nos sorprendían con una antítesis que desmontaba todo lo anterior, o corroboraban lo cantado con un último desgarro, o abrían una puerta a la esperanza.
La mujer de su ensueño solía acompañarlo con la voz. Pero un día ella decidió echar alas y emprender su propio vuelo en lo profesional... y en lo personal. Hace unos tres años que Damien Rice entró en el infierno de una separación. Solo, sin guía, a diferencia de Dante, aún no sabe si está dispuesto a salir de allí. Nos dejó tres discos imprescindibles: O, B-sides y 9, este último del año 2006, además de una serie de directos como At Fingerprints o From The Union Chapel. Desde entonces, a excepción de alguna canción suelta para discos recopilatorios con fines benéficos, ha quedado mudo.
De Lisa Hannigan es imposible no enamorarse a primera vista, a primera escucha, a la primera caricia de su voz en nuestra espina dorsal. Aúna la ternura de Tanita Tikaram, la aparente inocencia de Suzanne Vega, la sencillez de Edie Brickell. En 2008 extrajo su primer disco en solitario, Sea Sew, un compendio de diez canciones aptas para seres vivos de 0 a 99 años. Y es que Lisa Hannigan pinta con dulzura las profundidades de una mujer despierta. Para encajar con ella, sin trampa ni cartón, sólo hay que escuchiver “I Don’t Know”.

Por el cielo cruzó una rosa. “Buscaba otra cosa”.

PAP

De esconderse: elegía prosaica para elbicho


Tengo la mañana
oscura como la noche...
Cuando despierta
mi soledad,
cuando amanece
y tú no estás.
Decía Machado que “se canta lo que se pierde”. De modo que me gustaría verme en esa tesitura, pero yo no sé cantar...
Elbicho se despidió hace dos semanas. Y no sin hacer ruido. Los centenares de almas que tuvimos la apretada suerte de verlos en Razzmatazz, el pasado siete de octubre, quedamos, pues, un poco huérfanos de arte. Como el que pierde a un ser querido, como el que pierde la fe o las llaves de su coche en un lugar extraño. Y ahora...
Mancho las hojas con letras
sin sentido,
letras de lástima y pena,
letras de olvido,
letras que cambian el blanco
por el color de las letras,
letras de pena,
que te he perdido.
Pocas veces se conjugan la poesía, el duende y las músicas como hicieron estos muchachos. ¿Era Elbicho un grupo de flamenco, pop, rock, jazz, funk...? Miguel Campello, hijo de un pastor de cabras, divo de la copla y poeta en zappatillas fue la voz de este grupo de muy buenos músicos que, después de diez años, ha decidido apretar el botón de pausa (esperemos que no el de stop).
Se dice que, entre otros motivos, los Beatles abandonaron las giras de conciertos porque el escándalo de sus fans hacía imposible escuchar una sola nota, incluso a ellos mismos, que llegaron a tocar sin saber exactamente qué tocaba el otro. Algo así sucedía cuando Elbicho entonaba algunas de sus canciones himno, como “Parque Triana”, “De los malos”, “Contigo”, “Locura”, “De esconderse”, “Letras”... Canciones de amor, olvido, celebración, de recuerdo y pena, de poesía, de la esencia misma de que está hecha la vida.
Yo me mantengo
con las pocas cosas que yo tengo
con los pocos sueños que yo sueño
con las pocas cosas que me dabas tú.
Todo arte lo es en la medida en que provoca un temblor, la conexión wi-fi entre dos pensamientos (el del artista y el de su público), el goce espiritual que nos permite elevarnos por encima de nuestra rutina. Y la poesía existe cuando, al leerla (al escucharla en este caso), sentimos que nos están leyendo por dentro.
Y en la arena pintaré
versos de hilo negro
con agujas de coser.
Desde que se han marchado, el plectro se toca un poco menos sabiamente.

PAP

sábado, 25 de junio de 2011

La ciudad que nunca duerme

En Berlín los muros se han convertido en fósiles.
En Berlín las curvas son rectas. Y el tranvía se arrastra con elegancia y con la humanidad a cuestas.
En Berlín nació el Achtung Baby de U2.
En Berlín los recuerdos son eternos...
En Berlín estuve en Persia.
En Berlín se puede filmar una obra de teatro en un restaurante de salchichas.
En Berlín bailé salsa frente al Reichstag; escuché y vi dirigir a Baremboim en directo, junto a la puerta de Brandeburgo.
En Berlín cené en la terraza de una exquisita taberna japonesa por diecisiete euros (incluidas tres pintas de cerveza) al final, o al principio, de Oranienburgerstrasse.
En Berlín hay un garito que se llama White Trash Fast Food, donde uno puede comer bien y/o bailar la mejor música alternativa del momento.
En Berlín un taxi me llevó, a mi pesar, a 120 por hora por el centro de la ciudad, con el consiguiente riesgo de echar a perder la inversión realizada durante toda la noche.
En Berlín tampoco seguí a la mayoría.
En Berlín conocí a la mujer más bella del mundo. No tenía mucha conversación, pero, mientras estuve frente a ella, jamás me apartó la mirada... con su ojo bueno. Nefertiti, dicen que se llamaba. Y creo que yo también le gusté, porque aún tengo sus labios, como un imán, en la nevera de mi casa.

PAP

La sangre de la tierra

Enero de 2011

En la parte occidental de la Rioja, entre Nájera y Cenicero, se encuentra Uruñuela, la tierra donde han crecido las bodegas Martínez Corta. Tras una noche típicamente riojana, con buenas tapas y mejores vinos, una lluviosa mañana casi de nieve, tuvimos la suerte de comulgar en su templo. Hasta allí nos llevó la guía Peñín, al otorgar cuatro o cinco estrellas (el máximo) en la relación calidad/precio a la mayoría de sus vinos.
La visita es gratuita e incluye la degustación. Pero el azar quiso que coincidiéramos con unos achispados catadores norteamericanos de otra guía gastronómica, la Parker, que merecerían un dulcesprendas aparte. Y entonces salió a relucir el apellido, mote en realidad, que incluye el nombre de la bodega: ‘Corta’ viene de un antiguo oficio de la familia, el de carnicero, que siguen practicando artesanalmente. Así que aquella turbia mañana de enero de pronto nos encontramos en el centro del paraíso, entre vinos, chorizos, chuletas de cordero y morcillas a la brasa... elaborados todos por los Martínez Corta. Sancho Panza habría cambiado alegremente su ínsula (y hasta su rucio, diría yo) por el agasajo que recibimos allí. Ulises habría olvidado a Penélope.
Cepas antiguas es un tinto joven, un vino para beber a diario, con toques de frutas rojas, que tiene casi la personalidad de un crianza (2,5 €). Pero es en el Martínez Corta de Crianza (unos 4 €) donde aparece el roble de las barricas siempre limpias y de primera mano (¿alguien dijo que el vino se cría mejor entre polvo y telarañas?). El Tinto Reserva es exquisito para cualquier comida de carnes rojas o de lo que a uno le apetezca. Pero merece mención especial el Soros, una colección de vinos de autor (con barrica, que añade al tempranillo otras uvas como graciano o garnacha). También tienen un vino blanco con unas peculiares notas de piña... Y efectivamente, los precios de estos caldos excelentes son perfectos para cualquier época, aunque no estuviéramos en crisis.
Elaborar un producto como el morapio es más que “montar una fábrica de vinos” (Martínez Jr. dixit). Es mimar tus cepas durante décadas, es cuidar del líquido elemento cada día, es tener las manos teñidas de púrpura, es ser vino. Y, como la obra siempre termina pareciéndose al artista, unos vinos así sólo pueden salir del esfuerzo y la dedicación de generaciones de bellísimas personas como las que nos brindaron una jornada inolvidable: los Martínez Corta.

PAP
Uruñuela

Malos tiempos para la primavera

Noviembre de 2010


Clerks es la comedia de una generación. No sé si es una generación perdida, engañada o despistada, pero es mi generación. Somos los que crecimos con Epi y Blas y con La guerra de las galaxias... y una vez le vimos un pecho a Sabrina en la televisión.
Y, como el que no quiere la cosa, llegó 1994. Kevin Smith, que apenas contaba 24 años, se propuso hacer una película. Reunió dinero agotando el crédito de varias tarjetas, dilapidando los ahorros que sus padres habían previsto para sus estudios universitarios y, lo más trágico, empeñando sus cómics.
El film relata lo que sucede durante un día en que al protagonista le tocaba librar. Casi todo transcurre en un pequeño supermercado de esos que abren a todas horas, la misma tienda donde el propio Kevin Smith había trabajado como dependiente, mientras concebía el guión de Clerks. Desde su mostrador, radiografía a una serie de personajes variopintos –incluido el dependiente– que pasan por el establecimiento generando situaciones engarzadas con maestría.
Como sólo podía filmar en el local durante la noche (cuando no estaba abierto), decidió hacerlo en blanco y negro, para que no se notaran los matices de la luz del día. En las primeras escenas, la persiana se queda bajada por accidente, y asunto resuelto. Buscó actores noveles entre sus conocidos y familiares y en un casting de ir por casa. De modo que varios de los actores no actúan, son.
El rodaje costó cinco millones de pesetas (27.000 $ de los de entonces), menos que los derechos de la banda sonora en la que participarían grupos como Bad Religion o Soul Asylum. Sólo en Estados Unidos recaudó 3 millones de dólares. El mito cuenta que lo primero que hizo el novel director y productor con los beneficios fue recuperar sus cómics empeñados.
Ganó dinero arruinándose, tuvo éxito riéndose con el fracaso, habló de los buenos malos amigos, recalcó la importancia de los detalles, cantó a la libertad para equivocarse, convirtió en héroes a la gente de su barrio, hizo un clásico moderno. En su primera película logró que el número 37, “bola de nieve” y “hoy no me tocaba estar aquí” adquirieran un nuevo significado.
El mismísimo Aristóteles quedaría asombrado ante la unidad de esta película, cuya adaptación teatral resultaría fácil. La catarsis se produce a través de la risa. Y, sin embargo, Clerks nos plantea, mediante una combinación de diálogos ingeniosos, la verdad que cantaba otro gurú de nuestro tiempo: “Nos engañaron con la primavera”.

PAP
Clerks

miércoles, 22 de junio de 2011

Me gustas democracia porque estás como ausente


Sólo los peces muertos siguen la corriente.
¿Cómo puedo apretarme el cinturón si me habéis bajado los pantalones?
Esto no es una crisis: es un robo.
No hay pan para tanto chorizo.
Abajo la dictadura de los mercados.
Tu botín, mi crisis.
+ recortes =  – futuro
Prefiero ser Islandia que Disneylandia.
Hagamos un ERE a los políticos.
Nuestros sueños no caben en sus urnas.
¿Dónde está la izquierda? Al fondo, a la derecha.
Por fin tengo un chalecito en la plaza.
Ya tenemos casa: vivimos en tu conciencia.
Somos un océano pacífico.
Si viene la policía, sacad las uvas y disimulad.
Somos los hijos de la comodidad, pero no seremos los padres del conformismo.
Bienvenidos al estado del malestar.
Parados: ¡movéos!
La indignación es un arma cargada de futuro.
Podréis cortar todas las flores, pero no podéis parar la primavera.
Get up! Stand up!
Hemos tomado la calle. Ahora tomaremos la palabra.
Tu silencio es su poder.
Pienso, luego estorbo.
Os estamos vigilando.
Colorín, colorado, vuestro cuento se ha acabado.
Reiniciando el sistema... Disculpen las molestias.
Y tú, ¿de quién eres?

Anónimos
Indignados, por VASE

La fuerza del no

noviembre de 2010

Corren tiempos difíciles. Nos precipitamos por nuestras vidas presos de unas prisas que nos engullen sin masticar, pendientes de un mañana que parece no que no llega si no es para convertirse en ayer. Jamás nos detenemos a mirar a los lados porque nos ciega la nada futura. Y nos dejamos llevar. Lo consentimos y lo aceptamos casi sin rechistar.
El asunto no tendría importancia si un hombre llamado Herman Melville no hubiera escrito Bartleby, el escribiente.
Bartleby es un oficinista gris, pero gris oscuro. Alguien a quien nos cruzaríamos por la calle sin percatarnos de su existencia. Es ese compañero –ese conocido– del que no nos interesa absolutamente nada. Así opina el narrador, que fue jefe de Bartleby y nos confiesa que no conoce al protagonista de la novela que está escribiendo, mientras, en la primera página, consigue despertar en el lector la admiración y expectación más grandes que se hayan sentido por un don Nadie.
Este ser ínfimo, cuya vida parece tener sentido únicamente en el desempeño de su oficio, llega incluso a instalarse, a alojarse, en la oficina donde trabaja con una  pulcritud extrema.
Pero, un buen día, Bartleby recibe una orden y contesta: “Preferiría no hacerlo”.  Y no lo hace.
Ese día se detuvo el tiempo. Desde entonces, la literatura, la vida y la humanidad ya no serían los mismos. Y así nació el siglo xxi. En 1856.

PAP

Bartleby, el escribiente

domingo, 19 de junio de 2011

Tristes canciones para sucios amantes

Así podría traducirse el segundo disco de The National, que nació en 2001 con un álbum homónimo. Alligator (2005), The Boxer (2007) y High Violet (2010), completan su discografía. El único concierto en España de su actual gira ha sido uno de los momentos apoteósicos de la última edición del Primavera Sound.
En las canciones de The National resuenan la melancolía de Joy Division, la mordacidad suprarrealista de The Pixies, la profundidad de Peter Murphy, las melodías hipnóticas de Massive Attack, la delicadeza poética de Leonard Cohen, la vertiente folk de Bruce Springsteen. En “Terrible Love” hay guitarras a lo Sonic Youth, “Slipping Husband” podrían haberla firmado The Breeders, “All The Wine” tiene reminiscencias de la Velvet Underground,  “Slow Show” recuerda a Tindersticks, “Mr. November” es el canto eufórico de un perdedor compulsivo que podría haber salido en cualquier disco de The Killers.
Buenas letras, que Matt Berninger compone y declama, donde no faltan las referencias literarias: “I think I’m like Tennessee Williams / I wait for the click / I wait but it doesn’t kick in” (“City Middle”).
Exquisita comunión de instrumentos, donde lo orgánico se expresa a través de una percusión magistral  y de un baile de guitarras y bajo eléctricos, a los que a veces se suma un contrabajo; lo etéreo lo aporta una exquisita combinación de vientos delicados, teclados, violines.
Música, en definitiva, sólo apta para paladares exquisitos, corazones inteligentes, mentes sucias, almas románticas (en el buen sentido de la palabra) y escuchantes sensibles.

PAP


Loops

por José Antonio Rodríguez Navarro

Mi vida responde a un impulso provocado por un loop que encuentro cada tarde y abrazo con amor a cada instante hasta que se desvanece... Tras unas desgarradas lágrimas y la correspondiente sobrecarga etílica (no me siento muy orgulloso de ello), llega el vacío.
Un loop es la repetición de un ciclo o secuencia. Mi vida está llena de loops incontrolables, hermosos, agresivos, dulces, que se tornan indigestos... Mariposas rebeldes encerradas en una jaula de minutos que no pasan... Creo que quien no ha experimentado algo así, está irremediablemente muerto...
En un momento de mi vida (inocente de mí), pensé que la solución pasaba por dar todo lo que tu alma albergaba como un tesoro difícil de encontrar, de una manera espontánea, sin pretender ningún resultado... Me equivoqué.
Yo, adalid de la pasión incondicional, he de rendir pleitesía y arrodillarme ante mi absoluta falta de respeto por mí mismo... y, con un retazo de iluminación zen, esperar que el cosmos me responda con un abrazo de compasión infinita... Es la enésima vez que mi espíritu vaga por los más profundos desiertos del ¿amor?... Y es esta mi caída absoluta (esta vez, sí), para volver, otra vez, al vacío...
Estoy, en estos momentos, saliendo de una celda que yo mismo me impuse, y me encuentro (alma de cántaro), pidiendo a un dios que como agnóstico reciente y nosequé actual, esperando a que, ya que mi capacidad humana no es suficiente para romper ese ciclo (loop), algo o alguien más capacitado y superior a mi condición, me tienda una mano sobrenatural, un abrazo imposible que me diga: “Tranquilo chaval, todo va a ir mejor a partir de ahora...”
Esta búsqueda de un tesoro incierto es la mejor representación de la inutilidad del ser, y a la vez de la más alta e insuperable belleza. Si me permiten la expresión, que nos quiten lo bailao... si pueden. Y esto es lo mejor... Que nadie puede, ni siquiera el objeto de nuestro amor, quitarnos lo bailao...


Loops

El canto del cisne

Febrero de 2011

Si un hombre de mi edad no siente un escalofrío al escuchar “Creep” es que jamás ha estado enamorado como se debe. Algún sabio, de esos que rigen nuestros destinos sin que lo sepamos, decidió que la canción era irradiable... Demasiado triste y melancólica. Al cabo de unos meses le estalló desde el cajón donde la había escondido. Nadie recordará el nombre del tipo ese, pero muchos recordaremos siempre cada acorde, cada cambio de ritmo, cada verso de “Creep”.

“High And Dry” cuenta las nefastas consecuencias de un amor que se derrumba. “I Can’t” es una canción para pedir perdón. “Bullet Proof... I wish I was” es una promesa que no se podrá cumplir. “No Surprises”, una oda estoica a la vida retirada. “Fake Plastic Trees” habla de los amores imposibles que no pueden evitarse y nos desgastan hasta reducirnos a la nada. “Everything In Its Right Place” expone la desubicación existencial en pleno éxtasis emocional. “Reckoner” balbucea en falsete un lastre omnipresente, una necesidad insatisfecha. En “2+2=5” alguien construye su propio mundo en soledad, porque ya no tiene a nadie que le preste atención... “House Of Cards” denuncia el duelo interior de una relación fingida. “All I Need” es un ritmo hecho declaración, una seductora confesión desnuda. “Idioteque” canta a la vida en medio de una guerra, en un paisaje postapocalíptico provocado por la mala música, o por la escalada bélica del comienzo de este siglo o por el cambio climático que muchos siguen negando, en el clímax de una batalla que cada día puede ser la última.

Los discos Pablo Honey y The Bends propusieron una aproximación distinta al rock y al pop. Ok Computer y Kid A le dieron un giro jazzístico y electrónico. Amnesiac es una nana conceptual. Hail To The Thief, un ataque de locura en plena iluminación que cautiva, embelesa y atrapa. In Rainbows es el resultado de esta compleja fusión de estilos, que se puede disfrutar en un directo exquisito desde el sótano (Live from the basement). Ante la expectación que ha generado su nuevo álbum, The King Of Limbs, conviene ahora recordar que Radiohead es lírica en estado puro, es la electricidad de las guitarras, la melodía arrastrada, la experimentación audaz con sintetizadores, el canto del cisne.


PAP

sábado, 18 de junio de 2011

Jugar en serio

Somos lo que vemos, lo que escuchamos, lo que bebemos, lo que amamos, lo que recordamos, lo que nos hace sonreír o llorar. Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco da buena cuenta de ello...
Varios son los oficios de Pacheco: traductor, cuentista, ensayista y sobre todo poeta. Incontables los premios que se le han otorgado. El año pasado, Tusquets recuperó, para su colección Andanzas, esta novela escrita en 1981. Cuesta 10 euros, caro para una obra de apenas 65 páginas de letras grandes, aunque barato para la grandeza de las Letras que esta contiene.
Carlos, la voz interna que nos cuenta su propia experiencia, nos traslada al México de finales de los años ‘40 del siglo pasado, desde el recuerdo de la perspectiva ingenua de un niño casi adolescente. Atiendan a la enumeración: “Era el mundo antiguo. Los mayores se quejaban de la inflación, los cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exceso de gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupción, el enriquecimiento sin límite de unos cuantos y la miseria de casi todos.”
La de Pacheco es una prosa ágil y moderna;  su palabra refleja lo universal y lo local de nuestra lengua común, junto a ese anglicismo que entonces aún no se nos había contagiado aquí, porque no nos dejaban. Es tan importante lo que cuenta como lo que insinúa, lo que dice como lo que calla.
Las batallas en el desierto es una novela de sueños inalcanzables, como esos amores imposibles de la adolescencia. Trata de las consecuencias ignoradas de nuestros actos, de jugar a imitar la vida real, de una sociedad que devora cuanto se sale de la norma. Una lectura de menos de tres horas que perdurará varios días en el pensamiento del lector, gracias a su sorprendente desenlace, que esclarece algunos de los aspectos argumentales planteados y, de paso, sugiere una honesta crítica sutil a la enfermedad congénita que ha padecido la política mexicana del siglo xx.

PAP

Las batallas en el desierto