sábado, 4 de abril de 2020

El circo de los trileros

Un Estado no es democrático ni social porque lo ponga en un artículo encabezando su Constitución. Solo lo es si garantiza a sus ciudadanos servicios públicos de calidad.
Los responsables de la mutilación de nuestro país (que era nuestro, de todos, no solo suyo) son aquellos que abanderaron los recortes, hace ya una década, en todas las administraciones. Los que empujaron a nuestros investigadores y científicos a buscarse la vida en el extranjero.
Algunos intentamos desde el primer momento plantarnos, luchar contra ese descalabro. Entre estos, algunos funcionarios (no todos, ni siquiera la mayoría) hicimos huelgas y manifestaciones para reclamar que no se atentara contra el Estado social, para defender un país verdaderamente democrático que siguiera ofreciendo igualdad de oportunidades. ¿Dónde estaban entonces los palmeros, los castigadores de cacerolas? Confinados en sus madrigueras y calladitos, cual ratas antropomorfas. Incluso se nos intentaba denigrar por el hecho de manifestarnos, nosotros, los que cometíamos el delito de tener el “trabajo asegurado”. Pero ¿qué trabajo? ¿En qué condiciones? ¿Para ofrecer qué clase de servicio a nuestra sociedad, así, cercenados? ¿Cuántos interinos se quedaron entonces en la cuneta y a quién le ha tocado, durante todo este tiempo, hacer la imprescindible labor que desempeñaban?
Entonces llegaron las cortinas de humo para ocultar desfalcos, comisiones y choriceos varios... Unos se apresuraron a engordar las cuentas de los pobrecitos banquitos, otros a sacar sus banderuelas (y les siguieron las masas, como en Hamelin), y todos ellos se dedicaron a tergiversar los hechos, a manipular y engañar a la opinión pública. Birlibirloque de trileros.
Y nos dejaron este erial como legado. Si la tierra se maltrata, no produce frutos. Y de aquellos polvos...
Tanto las tropas napoleónicas como la Wehrmacht se encallaron en su día en el lodo...
Nosotros, ahora, no sé cuándo podremos volver a circular. Pero, cuando al fin lo logremos, no olvidaremos. No os perdonaremos, por mucho que os lavéis las manos.

Yo, desde mi casa, que es mi conciencia, os acuso.

PAP