Fuera lo que
fuera el Primavera Sound ha terminado con el cartel de 2019.
Para
regodearse en ello, ante el cabreo probablemente bastante generalizado (me
abstengo de tener redes asociales) entre los fieles al festival, una tal Marta
Pallarés, responsable de comunicación del mismo, decía que “en nuestro caso es
una decisión sin vuelta atrás. Hablamos de paridad real, no pensamos volver a
un campo de nabos” (fuente: El Periódico
de Cataluña, 14 de diciembre de 2018).
Yo no creo
que la cosa vaya de porcentajes de hombres y mujeres que metes en un cartel. Un
festival de música trata de qué nombres metes, de qué mujeres y qué hombres
(como Nas) seleccionas para tu cartel. Y hay mucho, muchísimo, donde escoger.
Esconderse bajo el manto de la paridad para travestir el Primavera Sound es,
por tanto, absolutamente falaz.
Jamás vi el Primavera Sound como un cultivo agrícola.
Jamás me
llevó al Primavera Sound ninguna clase de fruta ni hortaliza. Siempre fui por
mi cerebro. Quizás, solo quizás, si las martas pallareses hubieran mirado un
poco más arriba, si fueran más altas de miras y profundas en el pensamiento, se
habrían percatado de que el PS era, en todo caso, un plantel de mentes, de
almas, con una determinada sintonía en gustos musicales, que disfrutaba de
cantar con Radiohead o los Pixies o The Black Keys (y sí, nos habría encantado
ver este año a Sonic Youth, o a Pearl Jam, o a New Order), que nunca sentiremos
lo mismo con el último hit (tan
feministas, por lo común…) de reggaeton.
Otras
sintonías tenían otros festivales. La nuestra, hasta ahora, estaba allí, en un
territorio musical bastante amplio, pero muy concreto.
Está claro
que el cambiar de música, como ellos desean y reconocen, les llevará a cambiar
de público. Atraerán, supongo, a un montón de ninis y de ilustrados graduados en
ESO. Podrán incluso cambiarle en nombre al festival por Postureo Sound, y los
distintos escenarios se reconocerán por un código de emojis. Y ese cambio, como cualquier otro, será absolutamente
legítimo. Por cuestión de tendencias, quizás algún día terminen como el
Butifarra Sound. Y también será legítimo. Y yo no iré. Seguirán llenando
Mordor, que pasará a llamarse Disneyggetonland o Trapor, pero no conmigo.
Siempre
estaré agradecido a la organización del Primavera Sound por lo que me ha
aportado en todos los sentidos durante todos estos últimos años. Por ello les
deseo que les vaya bonito en esta nueva singladura.
Pero, por
suerte, hoy en día hay muchos festivales de música que pueden seguir alimentando
mi magín, donde podré invertir mejor mi dinero y mi tiempo.
Bienvenidos
al exilio (este, sí, forzado). Nos vemos por allí.
PAP