En el mundo donde un emoji
(versión digital del ‘Toi” de los ochenta) vale más que un abrazo, donde lo
visual (casi siempre aparente) prima sobre la idea, cuando lo más democrático
(estadísticamente hablando) resulta la ignorancia más extendida (y propagada) y
donde la incomprensión e intransigencia absolutas reinan en el pensamiento de
la masa… (En el mundo donde se perdieron, por desuso, las palabras solidaridad,
empatía, ética). En la era de la deshumanización, que ya avanzaban Ortega,
Lorca o Fritz Lang, entre otros… Vuelve a triunfar la palabra.
En un programa de televisión de mucha audiencia, al personal
le ha dado por votar y otorgar el premio gordo a un negrito que habla nuestra
lengua (su lengua) mejor que cualquiera de nosotros (filólogos y blanquitos,
sobre todo, incluidos). Y encima hace sentir cosas a la gente con sus palabras…
A otros, por mucho menos, los metieron en la cárcel. A este le han regalado un
seiscientos (como en nuestros peores tiempos) y, además, le han publicado un
libro, que pienso comprar y compartir con mis futuros alumnos. César Brandon formaría parte de los
libros de texto del futuro, si a estos no los hubieran condenado al ostracismo
ciertas teorías antieducativas en boga.
Y para muestra, un botón. De los que te abrocha el alma y el
sentido. Una niña que dice verdades como templos y rima como si fuera
tataranieta de Rubén Darío e hija del mejor versiculador en español al que
había oído (y visto en directo, of course),
que por supuesto es Kase O. Se hace llamar Anier
y, por edad, debería ser mi Matrícula de honor como profe de lite castellana
para este año. Aunque creo que, a diferencia de multitudes de analfabetos
indocumentados, no tiene ni el título de Bachillerato. Ni falta que le hace.
Hace siglos que todos daban por muerta a la Poesía. Y, sin
embargo, sigue viva. Porque está por encima de nosotros. Y porque, si lo
pensamos bien, es una de las cosas que nos van bien para vivir, porque nos
ayuda a entender esta jodida vida, tan deliciosa por otra parte.
PAP