Una de las cosas que nunca podré
agradecer a mis padres es que me regalaran una hermana como Laura. Cuando
estaba en Estados Unidos me preguntaron, por carta, qué me parecería
tener otro hermanito/a. Tanto me entusiasmó, que en mi primer viaje a Nueva
York le compré una foquita de peluche en la archiconocida FAO Schwartz.
Entonces era tan solo una idea lejana. Tras aquel verano, varios meses después de volver a España, mis padres nos dijeron (en el Viena) que mi madre estaba embarazada. Y llegó ella. Se llama Laura por Petrarca, y yo tuve algo que ver. Y disfrutaba como una loca cuando la cogía y bailaba con ella, desde que tenía unos meses hasta que pesaba demasiado, sin importar si se trataba del ‘Tery Bina’ de Nusrat Fateh Ali Khan, la ‘Mala Vida’ de Mano Negra o el ‘Where is my Mind’ de los Pixies. Ha sido una suerte poder ver crecer a una persona tan dulce como su nombre.
Entonces era tan solo una idea lejana. Tras aquel verano, varios meses después de volver a España, mis padres nos dijeron (en el Viena) que mi madre estaba embarazada. Y llegó ella. Se llama Laura por Petrarca, y yo tuve algo que ver. Y disfrutaba como una loca cuando la cogía y bailaba con ella, desde que tenía unos meses hasta que pesaba demasiado, sin importar si se trataba del ‘Tery Bina’ de Nusrat Fateh Ali Khan, la ‘Mala Vida’ de Mano Negra o el ‘Where is my Mind’ de los Pixies. Ha sido una suerte poder ver crecer a una persona tan dulce como su nombre.
Y a eso voy. Los Pixies se vinieron conmigo de Estados
Unidos, en un cassette, con la foquita de peluche. Eran el grupo de culto en Boston, junto
a los Aerosmith. Y en 1993, dos años después, se disolvieron.
Mañana sacarán su séptimo álbum, bestial, quizás uno de los
mejores de toda su carrera de casi treinta años. Y tendré la oportunidad de volver a
verlos en directo, esta vez con mi hermana pequeña, la adorable Laura, para que
siga aprendiendo a caminar.
PAP