miércoles, 4 de febrero de 2015

Utopías


No fui grunge. No fui indie, ni alternativo. No fui antisistema. No soy hypster. Soy Pablo. Pablo Antón.
Nunca pertenecí a una tribu urbana cuando se llevaba, llevé el pelo largo cuando primaban los pelaos, me dediqué a la literatura en la era de la especulación. Y no perteneceré a ningún partido político que me acepte como afiliado.
Pero soñar, como escribir, es gratis, al menos desde este rincón.
Si este país cambiara, no detendrían por sospechosos a los que llevan rastas o el pelo largo, sino a los que van con traje y corbata. (Algunos llevan maletín; otros se ocultan tras polos de marca). En mi país, los que han robado mucho dinero, pasarían mucho tiempo en la cárcel; los que robaron poco, podrían rehabilitarse con rapidez. En ese país la creación artística (el cine, los libros, la danza, el teatro, los conciertos) no serían un producto de lujo, sino un bien social exento de impuestos. Los individuos podrían decidir su futuro (y más su presente) sin la tutela estatal. Allí  devolvería cada uno su deuda: las personas las que hubieren contraído, las empresas las suyas… Pero los bancos, los clubes de fútbol y los partidos políticos aguantarían sus respectivas velas, aunque sin darnos el palo.  
Y los sueños van más allá. Imaginad un presidente del gobierno que supiera hablar inglés. cuya carta de presentación no fuera una corbata sino la justicia social y cuyo objetivo primordial fuese el capital, pero el capital humano. Imaginad unos servicios públicos de calidad.  Imaginad incluso que pagar impuestos sirviera para eso.
Y ahora despertad. Vivimos en España. Eso sí, ahora que queremos quitarnos de encima a estos Ginesillos de Pasamonte que nos han ido gobernando, escriban o no sus memorias con sus propios pulgares, lo que seguro no necesitamos son más Quijotes, como decía el otro día cierto presidenciable. Tampoco idólatras de dictadorzuelos de medio pelo. “La casta” como concepto económico resulta interesante: pero ni todos los trabajadores son tan buenos, ni todos los empresarios han sido poseídos por el demonio. En cualquier caso, lo que nos harían falta son más Cervantes y más lectores capaces de leer (y entender) el Quijote.

PAP

has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey”
(Don Quijote de la Mancha, II, XLII)