viernes, 23 de agosto de 2013

Dardos


Te están esperando. Son pacientes, silenciosos, insistentes. Voraces hasta la muerte. Dueños de las siestas, de las noches y el ocaso.
Criaturas infernales, oscuros vampiros, siniestros zancudos de vuelo aleatorio, pero con un claro destino: tú.
Huelen a su víctima a una distancia que puede llegar a varios kilómetros. No se encuentran contigo… Te estaban buscando.
Es el olor de la sangre, de tu sangre, que ellos han elegido y que chupan, sorbiendo a ritmo lento, rutinariamente, con ciega devoción.
Eres un gin-tonic provechoso, un gazpacho templado envasado en piel.
Serán criaturas de Dios, te dices, y quizás solo eso justificaría tu ateísmo.
Y, al borde de la desesperación, te preguntas si no será este el planeta de los mosquitos, si la verdadera finalidad de tu vida no es, quizás, que ellos alimenten a su prole de cínifes implacables, de dardos de tortura.